causa y consecuencia

Soy la cantante del sol naciente

Que metió nanas en botellas

y las tiró al mar impredecible

para llegarte a la isla en que te ahogabas.

Soy el pincel que pintó de amarillo los quinientos diez mil millones

de kilómetros cuadrados de superficie terrestre

y los usó para alear tu cuerpo con el mío.

Soy el poeta que atrapa

las palabras que nos decimos,

Incluso si no las pronunciamos,

ya sabes:

soy contigo,

la primera vez no es un ordinal sino un estado de ánimo,

que quizás seas mi propio origen,

y que antes de saber que te amaba ya te amaba.

Soy la narradora de Murúa Niño,

que unas veces es tú y otras yo,

a veces los dos incluso

y tiene un millón de dudas,

y una única certeza.

Y si decidí ser músico,

fue para hacer prácticas de salto al vacío

y para hacerte saltar detrás

porque no hay sueños para el cobarde.

-de eso sabes, porque en otros abismos ya habías estado

antes y primero.-

Aunque parezca confuso

en esa extravagante multiplicidad

está mi yo que más me gusta

y coincide preciso con el que más amas,

y conquista tu sorpresa.

Es que si lo piensas, la sorpresa es aire

¡Cómo el aire podría renunciar a ser aire!

¡a mantenerte con vida!

a salvar la mía…

Y tú…

tú estás detrás de todo,

de ese yo que me gusta,

de la inconstancia volátil…

Tú, que eres causa y consecuencia.

dentro fuera

Desconectar. Desconectar suena a paraíso. Los viernes se llenan de los mejores deseos, a ver si desconectas, y los treinta y uno de julio, y las vísperas de puente. Y todos los lunes del año, y los primeros de septiembre, responden con sonrisas a la pregunta de ¿cómo te ha ido?, sonrisas rememorantes que preceden a las cuatro palabras que, a modo de resumen, acompañan al muy bien: he desconectado un montón.

Desconectar suena a liberación, para desconectar veo la tele, para desconectar leo, para desconectar miro el facebook, instagram, twitter y whatsapp, para desconectar cocino, para desconectar voy al cine, para desconectar hago runnig, spinning y frunfring, y todo el mundo comparte sus maneras de desconexión desinteresadamente pues si quieres te cuento lo que yo hago para desconectar, lucrativamente desconectará seguro, pruebe gratis el primer mes, cooperativamente, podemos desconectar juntos, a veces competitivamente, mi desconexión es más desconectante que la tuya. Y podría seguir enumerando adverbios de modo, mas no lo haré.

Todo el mundo persigue la desconexión, y yo me descubro en contramensaje persiguiendo lo contrario. Ansiando conectar, y, por fin, conectando. Conectando con el rubio, que ya no está frente a la pantalla sino delante de mí misma. Y habla. Me sorprendo redescubriendo el habla del rubio: abundante, enérgica, apresurada, ininterrumpida, a borbotones. Y me doy cuenta de que lo había echado de menos, pero como estaba desconectada no era consciente de que lo echaba de menos, y mientras él habla de ritmos, de música, de algoritmos que resuelven el cubo de rubick, de su historia con youtube, de sus progresos en el league of legends, de sus planes de futuro inmediato, y como estoy conectada, soy capaz de escucharle hablar, de entender lo que dice a pesar de lo vertiginoso de su discurso, de sentir la energía y la pasíón que desprende. Y conecto con miguel, que habla y se mueve, y conecto y me muevo también, con él, y nado, y corro, y juego al futbolín, que es lo más cercano al fútbol de lo que soy capaz, y siento la energía del movimiento, y me doy cuenta de que la había echado de menos, pero como estaba desconectada no era consciente, y lo miro reírse y, como estoy conectada, consigo distinguir en su risa la alegría universal. Y conecto también con el pequeño, y me pide que le dé un masaje, primero de jirafa, luego de elefante, luego de murciélago, y como estoy conectada, cuando sonríe travieso y le brillan de picardía los ojos, que es lo único pícaro que tiene pues, aunque le divierta sentirse travieso y pícaro, mantiene intacta la inocencia y la ternura de su edad, como estoy conectada, me hago cómplice de esa travesura inocente y divertida que tiene cinco años.

Y después, cada vez más consciente, sigo conectando conmigo, y contigo. Y en ese punto, en ese momento de conciencia máximo, vuelvo a ser yo, y desde mi, contigo, continúo conectando.

Con el mar. Con el viento. Con la música. Con el paisaje que se ve desde la ventanilla del coche. Con el libro que estoy leyendo. Con las noticias que leo en prensa, con las imágenes que muestran, y es horrible, y estoy tan conectada que puedo sentir ese desgarro con tanto dolor como se merece. Y me digo que menos mal que duele. Que duela, que siga doliendo. Y con el sol que vuelvo a ver saliendo por las mañanas, otra vez, de lunes a viernes, y con las tareas pendientes del trabajo, y con terminar de comprar lo que hace falta, los libros, llenar la nevera, la cena, una llamada perdida, contestar un mensaje, un nuevo grupo de whatsapp llamado pretemporada alevines, 15 mensajes sin leer, un correo electrónico, revisión médica, una peli, otra peli, despertador, una expo, un ensayo, el trabajo, entrenamiento, ensayo, trabajo, facebook, las noticias, la rabia, la inscripción, la comida para dos y la cena para cinco…. y…. he tardado menos de diez días en perderme

pero si piensas que me resigno a que se desintegre toda la conexión, si piensas que no voy a seguir buscando formas de abrirme un hueco en todas estas distracciones pesadas y desconcertantes, si piensas que me resigno al viernes por la tarde y al treinta y uno de julio para ser lo que soy mientras toda esa gente desconecta, si lo piensas, es que aún no sabes del todo con quién te la estás jugando…

cómo construir un círculo

Él dobla los cables sin utilizar el codo, con dobleces perfectamente simétricas, y después los sujeta con un velcro para que no se enmarañen antes de guardarlos en su sitio. Ella tiene un cajón enorme para todos los cables del mundo, por si algún día los guarda, sin doblar, enredados los unos con los otros.

Él tiende las camisas, que siempre lava del revés, en perchas. las saca de la lavadora, las pone del derecho, las coloca en las perchas, con especial cuidado para que los ganchitos de las perchas queden siempre en la misma dirección, y abrocha el botón superior. Ella a veces lava las camisas del derecho y otras del revés, en función de cómo se las haya quitado, que no es siempre de la misma manera. a veces tiende las camisas con pinzas, otras veces en perchas. cuando es así  casi nunca les abrocha el botón superior, aunque alguna vez lo hace para variar. lo que no ha conseguido nunca, hasta ahora, es tenderlas en perchas y que los ganchitos le queden siempre en la misma dirección.

Él revisa sus pertenencias todas las mañanas antes de irse. guarda las llaves en el bolsillo de las llaves, rellena la caja de los filtros, comprueba cuánto tabaco le queda y piensa en qué día debe ir a comprar para que en ningún caso la despensa de tabaco se vacíe, coge el móvil que previamente ha cargado, revisa a su alrededor para asegurarse que todo queda guardado y en su sitio, y después de darle un beso largo, se marcha. Ella a veces prepara sus cosas, y a veces no. unos días aparecen por arte de magia todas juntas, cerca del bolso, como de forma casual, y otros no. algunos días fuma cigarros como Lucky Luke porque ha olvidado reponer los filtros de su caja de filtros, otros días se deja las gafas de sol y se pasa el día guiñando los ojos para esquivar al astro rey, a veces se va sin el móvil, y también se ha olvidado, aunque con menor frecuencia, las llaves de casa o el almuerzo.

Él se desviste en cuanto llega a casa. con una percha en la mano, cuelga el traje, cuelga la corbata, lo deja dentro del armario, da la vuelta la camisa para lavarla, y se pone ropa cómoda. Ella se desnuda cuando se acuerda, a veces cuando llega a casa, a veces antes de preparar la cena, otras después, casi siempre antes de cenar, pero no siempre. antes de meterse en la cama, seguro. deja los vaqueros encima de la silla del dormitorio, la camisa o camiseta tiradas por el suelo, y hasta el día siguiente no guarda nada, aunque a veces le da por recoger en el momento, y otras, por amontonar la ropa en la silla durante varios días.

Él comprueba con regularidad los niveles de gasolina, y reposta cuando el depósito baja de la mitad. Ella busca una gasolinera cuando hace ya unos cuantos kilómetros que entró en reserva.

Él aparca el coche conservando la equidistancia entre el coche de delante y el de atrás, pegándolo a la acera. por último endereza el volante y al salir pliega los espejos. Ella no repara en la distancia al bordillo, ni en el lugar donde miran las ruedas, ni si la posición del vehículo es perfectamente paralela a la acerca, o si forma con ella un cierto ángulo. sale del coche y si está lo suficientemente bien como para no molestar, cierra y se va.

A ella le gusta mirarle. Cómo tiende, cómo se desnuda cuando llega a casa, cómo prepara sus cosas por las mañanas. Le asombra su método.

A él le gusta mirarla. Cómo tiende, cómo se desnuda cuando se desnuda, cómo prepara o no sus cosas. Le asombra su caos.

El método y el caos viven juntos. Y se aman.

Refugio esencial

Murúa Niño recordó el primer aura, el que le llevó al hospital. Sabe su nombre porque es el que recibió en el parte de alta. Migraña con aura. Un diagnóstico inferido ante la falta de evidencias de otra enfermedad como ictus, tumor cerebral, o alguna otra de esas temibles.

El aura supo antes que Murúa Niño que la amaba, pero ese desconocimiento no significaba en absoluto que no existiera, muy a pesar de que esa existencia atentaba contra todos sus criterios morales, prácticos y razonables.

El segundo aura, y los sucesivos, ya no lo llevaron al hospital. Los conocía. Sabía cómo empezaban, cómo transcurrían y como terminaban. Dolor de cabeza seguido por un cosquilleo en alguno de los dos brazos hasta que el afectado se dormía del todo. Escucha lejana, como si hubiera dejado de estar allí y estuviera orbitando y mirando desde lejos. Y después una afasia que duraba unos minutos y posterior entumecimiento de la nuca. Poco a poco volvía a aparecer el lenguaje, el sonido a escucharse cercano, el brazo dejaba de estar dormido, y tras un último hormigueo terminaba. Auras aparatosos y espectaculares, pero inofensivos. Auras señales.

Las señales llegaron con las dudas, cuando Murúa Niño sabía que la amaba pero no quería aceptarlo. Cuando se sentía culpable. Cuando sabía pero negaba. Cuando pensaba que podía elegir. Se puede elegir lo que se hace, pero no lo que se siente. Y ni lo que se hace siquiera, porque auras, tristeza, apatía, libros, canciones, sombras, piedras, el universo al completo, se habrían alineado para empujarle a descubrir, a aceptar, a maravillarse con quién era, qué eran. No le habrían dejado no ser. Universo y existencia. Universo y esencia. Esencia y vida.

Con la aceptación, la alegría y la urgencia de ser desaparecieron las señales, conscientes de su inanidad. Murúa Niño, tras el descubrimiento y la felicidad de esa nueva existencia, tan familiar por otra parte, pues -en cierto modo- le parecía que por fin se había encontrado consigo mismo, se llenó de fuerza, y no hubo miedo, mudanza, esfuerzo, dolor o complicación que le impidieran renunciar a vivir ese descubrimiento esencial de ser con ella.

Murúa Niño a veces corre el riesgo de pensar que no necesita señales por el mero hecho de que ya están juntos. Pero estar es un verbo difuso, que implica muchas cosas que no tienen necesariamente que ver con el ser, y que además hace confundir ambos verbos o la propia identidad. A veces, incluso, estar impide ser, lo pospone, lo nubla, lo apacigua, lo duerme. Cuando esto ocurre, el universo se pone contento porque vuelve a sentirse necesario, y piensa en escoger las señales, y las envía para sacudir a Murúa Niño del rutinario estar, y en esta ocasión le ha bastado con hacerle pensar en esas auras del pasado para hacerle consciente de su alejamiento del ser, y de su necesidad de ser, con ella, de su necesidad urgente, inaplazable, alejada de los criterios razonables y serenos, porque en ese maravillarse del reencuentro esencial, en acudir al refugio aunque esto suponga salir corriendo, en rendirse ante lo sagrado, reside el equilibrio de su universo: la fuerza, el valor, la luz, la esencia, su propia vida.

veinticuatro de octubre

Para que el pan sepa a pan, con su tomate por encima, y su café y su zumo,
para ese qué más se puede pedir,
para la mañana de domingo al margen del calendario,
eres absolutamente imprescindible.
También para que el sol ilumine los cuatro rascacielos
mientras amanece,
justo en el momento en que se cruzan conmigo cuando paso con el coche por la m40 para ir a trabajar,
y para que yo mire toda esa luz atravesando naranja las torres,venciendo,
cortándome la respiración. También para eso
tú.
Y desde luego eres
condición necesaria para que ocurra eso que hace a veces la música con las tripas
eso que hace sentir calor o frío, y mueve los pelos de los brazos hacia arriba,
al menos a mí, porque me gusta conservarlos,
y es que a veces se mueven hacia arriba cuando escucho algunas músicas
y cuando tú,
y también hace que sienta el impulso de emitir sonidos,
desde mi boca, sí: cantar,
y que empuje todo más fuerte desde dentro,
y que sienta
más
aún.
También cuando canto tú.
Y cuando me río a carcajadas,
incluso si no es contigo,
incluso si ni siquiera estás,
incluso si no te lo cuento,
incluso entonces,
incluso,
tú.
Tú estás en el mismo origen de mi sentir, en un origen mucho más puro que mi sistema nervioso, mis neuronas o mi cerebro. Quizás seas mi propio origen.
Y entenderás que tenga tanto que celebrar, contigo.
Como este sentir intenso. Maravilloso y difícil, y vivo. Sí, vivo. Intensamente vivo.
Lejos de lo inerte y de la inercia.