Hoy ha sonado el despertador y era de noche.
Lo sé porque estaba oscuro
y nunca bajo las persianas.
No me parece natural levantarme de la cama sin ver la luz del día,
amaneciente al menos.
No me parece natural y no lo es,
porque yo soy la mujer que ama despertar con la luz del día.
Pero hoy ha sonado la alarma
y era de noche.
Y con esa noche se ha cerrado la puerta de casa. Y he tomado café. Y esperado el transporte escolar.
Y conducido junto a mil millones de coches hasta llegar al trabajo en un atentado contra mí misma.
Con esa noche.
Pienso en lo que permanece. Es poco.
Tantas canciones y libros,
y actitudes y personas
y emociones que un día estuvieron pero ya no,
porque no son.
Pero mira que pasaron años de persianas bajadas
y sin embargo no he dejado de amar la luz al abrir los ojos.
En la permanencia soy.
Soy la que se pone introspectiva cuando viaja en coche
y después se duerme.
La que siente debilidad por los acordes menores
y los compases ternarios.
La que se dispersa con la misma intensidad con que se concentra.
La que odia los espárragos blancos.
La que necesita hacer muchas cosas y deprisa,
como si la vida se fuera a acabar mañana,
y la de sentir lento e intenso.
La desarrolladora de teorías.
La de la risa. La de la sonrisa.
La del temblor en el labio antes de llorar.
La que no espera colas.
La de la avidez.
Y las bebidas, las comidas y las duchas me gustan muy frías o muy calientes, jamás tibias. La vida tampoco.
La de la mirada.
La que se rebela contra los espacios cerrados y se
inventa puertas de emergencia en situaciones sin salida.
La que pierde la noción del tiempo cuando lee. Y cuando escribe.
Y cuando siente.
La independiente y la del yo solita.
La de las manos pequeñas y heladas. La que desea ser piel roja
y wacan.
Pienso en ti. Y en tu permanencia
antes incluso de haber existido.
Pienso en los momentos en los que se me ha ido revelando
que yo soy la mujer que te ama.
Pero no ahora, siempre.
Y siempre es siempre,
antes incluso de conocerte.
Lo que quiero decir es que antes de saber que te amaba
ya te amaba.
Y en tu permanencia
el prodigio de identificarme en tí,
de reconocerme en tí,
de serme en ti completamente yo.
Por eso si alguna vez te miro y no te veo
la soledad es devastadora,
soledad de huérfano,
de las demás permanencias.
Y devastador también el miedo a perderlas:
qué va a ser de mí si no soy.
Entonces suena el despertador y es de noche.
Y es un atentado contra mí misma
que me levante de la cama de noche
porque soy la mujer que ama abrir los ojos con la luz del día.
Y en ese atentado contra mí misma está el milagro de la permanencia:
yo sigo siendo yo.
Incluso aunque en un momento no te vea,
incluso y a pesar de la soledad,
y del miedo,
está el siempre del ser,
y ese ser es sagrado en mi orden del mundo.
Y yo soy,
-por encima y además de mis otras permanencias-
la mujer que te ama.
Precioso, precioso… mujer que ama abrir los ojos con la luz del día…
Un abrazo…
«La que se rebela contra los espacios cerrados y se
inventa puertas de emergencia en situaciones sin salida.»
Me gusta todo pero… a riesgo de ser «tibio» me quedo con esta frase.
Ahora cada vez que vea una puerta con el letrero de salida de emergencia, me acordaré de tus palabras. Lo Sepas.
Besetes -por encima y además de mis otras permanencias-
gracias…