Lo que bien podría haber parecido una amistad entre colegas no era otra cosa que un interés común por avanzar en la investigación acerca de la naturaleza femenina. El legislador y el cuestionador gozaban de la complementariedad necesaria para para poder desarrollar con éxito esa misión de marcado carácter científico que ya habían emprendido, aún sin saberlo, desde el mismo día que nacieron. El destino fue el responsable de que un día sus caminos se cruzaran en el mismo departamento de una empresa de consultoría informática que prestaba servicios a grandes bancos como el Banco Rojo y el Banco Azul. Allí, juntos, comenzaron a elaborar teorías, compatibilizando el estudio de la mujer con la consultoría. Y ellos que, ingenuos, habían pensado que esa era su profesión, única y exclusivamente por el hecho de ser retribuidos, descubrieron juntos su vocación científica por el estudio del desconcertante universo femenino en laboratorios con gin tónics.
La última vez que quedaron para hacer ciencia fue el pasado lunes, después del reciente despido del legislador, cuyo motivo según él mismo explicó, se hallaba en su esmerado cuidado del cliente –en su caso el Banco Azul-, su pro actividad, su dedicación y su profesionalidad. Si se hubiera dedicado en mayor medida a sus estudios científicos en detrimento de su trabajo remunerado, aún continuaría con financiación a fin de mes. Ese día, y aunque ya había comenzado Septiembre, y a pesar de tratarse de la gran ciudad, la soledad y el desierto de las calles en pleno centro histórico, recordaban a los de un pueblo castellano un domingo de agosto a la hora de la siesta, o uno americano del lejano oeste, polvoriento. Sólo faltarían los remolinos de paja invadiendo las calles.
Quizás por eso, y a pesar de que la calle del Nuncio es bonita, a pesar del moderno sistema de vapor de agua instalado en esa terraza-laboratorio, a pesar del turismo, a pesar de que ya había comenzado el horario comercial, sólo estaban ellos. Y quizás porque sólo estaban ellos, y porque el resto de la ciudad pareciera haber sido abandonada, dejaron de lado las normas básicas de buen gusto y discreción a la hora de poner en común sus avances, y lo hicieron como si sólo estuvieran ellos.
– Ninguna mujer, ninguna, se hace cincuenta kilómetros en coche para tomarse un café con un tío si no es porque le quiere comer el rabo –sentenció el legislador como resultado de sus muestreos.
– ¿Tú crees? –espetó el cuestionador.
– Seguro
– Pues yo me he hecho unos cuantos kilómetros en coche para tomarme un café contigo y no te quiero comer el rabo.
– Yo a ti tampoco te quiero comer el rabo. Pero es que tú eres un tío, y yo también. Tú hazme caso, eso es así, tú ni preguntes. Si ella está dispuesta a tomar café contigo y recorrer para ello cincuenta kilómetros es que te lo quiere comer. Además, con las mujeres es imposible hablar.
– Ya. Las relaciones son muy complicadas.
– Complicadísimas. Y ya cuando tienes suegra mucho más. Las mujeres te enredan y te ves en situaciones inexplicables en las que pierdes siempre. Así que tú, de momento, disfruta. Mira, por ejemplo, las mujeres suegras, la mía. El otro día voy a comer a su casa. ¿Cómo está la tortilla, hijo? Muy buena, gracias. ¿No crees que admite un poco más de sal? Bueno, es posible que un poco más de sal admita, sí. Ay!, otra vez, si es que siempre me hace un feo, siempre poniéndole pegas a todo lo que hago en lugar de agradecérmelo, hija, podías decirle algo a tu marido…. Y yo mira que he intentado hacerle ver a mi mujer lo absurdo de la situación, pero es que a ella le parece normal. Está acostumbrada. ¿Ves?
En ese momento suena el móvil del legislador. Sí, cariño. No, vuelvo en seguida, no, sí, sí, sí, te quiero.
– ¿Ves? Llamada de control. Que dónde estoy, que si voy a volver pronto, que a qué hora… Las mujeres son controladoras. Ya te lo digo yo, aprovecha ahora….
Exhausto después de enunciar la tercera ley sobre el género femenino, y para celebrar lo fructífera que estaba resultando la tarde, el legislador llamó a la camarera y le pidió otros dos gin tónics. El resto del tiempo del que disponían se lo concedieron de recreo, y lo agotaron conversando acerca del bosón de higgs.