Crónica del aislamiento. Día 2

Ayer, uno de los hechos más remarcables fue salir a comprar con mascarilla de carpintero, como ya anticipé en el día uno. Propuse ir a una panadería artesana que hay muy cerca de casa y que han abierto hace poco, y así evitar el supermercado. El panadero había cambiado la barra de sitio para evitar las aglomeraciones. Dijo que todavía podía ponerla más cerca de la puerta y atender directamente a la gente en la calle. Lo que hiciera falta con tal de que no le hicieran cerrar. Él nos recibió a pelo, sin máscara ni guantes. Y yo me sentí ridícula y con necesidad de justificar mi atrezzo especial apocalipsis, imprescindible para comprar pan artesano con masa madre y harina ecológica a tres euros la hogaza. Tras escuchar la aventura con el señor del colmado de ayer, se justificó él también, diciendo que no llevaba mascarilla pero que se lavaba las manos muchísimo. De un panadero no esperaba otra cosa incluso en épocas no pandémicas. Estuvimos allí también un rato hablando. Nos contó que para evitar engordar durante el encierro -pero si él estaba trabajando fuera de casa- había tirado toda la comida basura que había en casa, que se les había roto el TPV, y que querían seguir haciendo pan. Pensé que permitiendo que abran los estancos la lógica me dice que permitirían la apertura de panaderías. Pero hace ya tiempo que trato de poner en cuestión mi lógica.

Uno de mis momentos preferidos es cuando después de comer me voy al dormitorio a leer. Llevaba tiempo sin hacerlo pero el aislamiento me lo va a permitir. Me dices que me puedo quedar a leer en el salón, que si quiero quitas la tele. Pero cambiar de espacio es como cambiar de mundo. En el dormitorio la luz es preciosa a esa hora, blanca tamizada, me desnudo, me cubro con las sábanas suaves, descanso en las almohadas y me sumerjo en Lectura fácil y las argumentaciones de Nati. Me asombra, me sorprende, me hace reír, me hace pensar. Luego llegaste tú y te metiste también en la cama. Al cabo de un rato me llegó un meme. Es la foto de un test que dice «Tú de la cuarentena qué crees que vas a sacar? a) kilos b) un bombo c) alcoholismo d) un divorcio e) todas las respuestas anteriores son correctas.» Tal cual.

Más tarde me puse a hacer un bizcocho. De plátano y cacao. De plátano para usar unos plátanos pochos que hay en la nevera. De cacao porque me apeteció. Me quedé sin harina especial para bizcochos con levadura incorporada y añadí harina de espelta integral. Me pregunté si con la levadura que había en la parte de harina especial para bizcochos que había puesto habría suficiente o si debería añadir algo más. En esa grave disquisición me hallaba cuando comencé a escuchar aplausos desde el salón. Los aplausos no paraban, y además retumbaban. Desconcertada me acerqué al salón y os en la ventana, aplaudiendo, y me asomé también y los vecinos aplaudían. Multitud de gente asomada a las ventanas. Y no paraban los aplausos. Me dijiste que se habían convocado para homenajear al personal sanitario. Por un lado me pareció emocionante ver a la gente asomada, no sé si con ganas de rendir homenaje, o de buscar compañía, o de participar en algo colectivo, o de todo eso junto. Por otro lado, me sentí un poco ridícula. Me dio la sensación de que nos estaban programando un entretenimiento diario. Pobre gente, démosles una excusa para salir a la ventana y liberar endorfinas. Y encima con cobertura en tele y en redes sociales. Lo siento, siempre me tiene que salir ese lado cáustico con reticencias para participar en colectividades. Yo soy más de quedarme de lado observando los comportamientos. En cualquier caso, aplaudiendo todo el mundo se pone contento. Mal no puede hacer.

Después de cenar hubo partida de monopoli con copas de vino. Volví a ganar. Otra vez. En mi historia reciente creo que no recuerdo haber jugado al monopoli y haber perdido. Con lo mala que soy para los negocios en la vida real y mi falta de ambición, que incluso ganar en el juego me resulta incómodo. Me gusta cuando voy consiguiendo barrios y maquinando la estrategia. Sin embargo, cuando ya sé que he ganado, cuando empezáis a caer en mis casillas llenas de casas y os descapitalizo, y no podéis pagar, y, además de todo vuestro dinero tenéis que malvender las pocas casas que tenéis e hipotecar vuestras calles, el juego pasa a ser una agonía con la que no disfruta nadie. Pero no se puede jugar a un juego sin intención de ganar. Sería fascista. Es tan legendaria mi fama de ganadora que Pablo ya no quiso jugar, se metió en su cuarto -de donde no había salido más que para comer y cenar- y pidió permiso para hacerse una copa. Se pone un Seagrams con limón. Miguel no juega desde que una vez jugó y perdió. El segundo vino que compramos, el Ribera, estuvo mejor.

4 comentarios sobre “Crónica del aislamiento. Día 2

  1. Yo he tenido la misma sensación que tu al asomarme a la ventana y ver a la gente aplaudiendo. Me siento rara, no me sale, no creo en ese tipo de homenajes teledirigidos. Me puede mi lado práctico y prefiero apoyar la sanidad o a las cajeras del supermercado yendo a votar y haciéndolo a quien los va a proteger. Aunque eso ahora no sea muy popular.
    Por otro lado, nunca pensé que echaria tanto de menos poder salir a pasear. Besos confinados.

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