Relato: Calabaza

CALABAZA

Era una noche húmeda. Llovía a ratos. Lucía prefería estar en un bar que bebiendo en la calle. Pero odiaba los rizos. No se puede tener todo. Lucía entró en el bar con sus amigos. Todos estaban solos pero sólo Lucía era consciente. Se nace solo, se vive solo y se muere solo. Los demás están al lado. Pero Lucía veía con nitidez esa línea que la separaba de los demás.

A Lucía le gustaban los bares donde había música. Porque con música no tenía que hacer tanto teatro para hacer que estaba. El teatro cansa. Lucía no era capaz de hablar del tiempo, de las clases, de política o de sueños, cuando veía tan cerca el abismo que separa a un individuo de otro, ni cuando se sentía tan sola por ser la única que parecía percibirlo. Tenía vértigo.

A Lucía esa noche un tipo le dijo “Hola, me llamo Fernando”. Lucía había pedido una copa, y después otra copa. Y que la línea se volviera más fina.
Lucía le dijo a Fernando que le regalaba un sí fácil y sin esfuerzos con una condición:”Después abrázame como si me quisieras”. Lucía quería intentarlo. Inconsciente y feliz. Teatro para todos.

A las doce sonaron las campanadas. La calabaza se convirtió en calabaza sin haber sido carroza.

Salieron todos juntos del local. Todos estaban solos pero sólo Lucía era consciente. Lucía lo había intentado y había perdido. La inconsciencia. Que la quisieran. Querer. La felicidad. Que desapareciera el abismo. A Lucía le habría gustado. Aunque durase lo que dura un abrazo. Eso y que no le hubieran salido los rizos. Se nace solo, se vive solo y se muere solo.

Llegó a su casa y dejó de tener que hacer que estaba, y de tener que hacer que era. Lucía descansó. Y lloró pensando en mañana.

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