Primera vez

Porque cuando me miras por primera vez
vivo por vez primera.

Literalmente me refiero
a la primera puesta de sol
al mar por primera vez
a meterme en la boca el primer puñado de nieve
al primer café.
Me refiero a la primera risa,
que arranca en el origen
y llega hasta el final.
Me refiero a tus primeros labios.

Sí.
Estoy hablando de la sorpresa, de la emoción. De la
inocencia de la vida primera.
Del aquí y el ahora
puro porque no tiene un antes.
Ni un después.
Existe.
Hablo de una gratitud que desborda
mi cuerpo pequeño
estremecido de belleza,
bonito porque lo miras
por primera vez.
Y lo ves.

Por todo eso
sé que la primera vez
no es un ordinal sino un estado de ánimo
del amor nuestro,
y golpes de conciencia nos regala el
espectáculo de la vida primera.

Poética del principio de la medida

Empiezo a contarte que el otro día vi ese vídeo, que era del matemático que había dejado unas tarjetas tan originales en la tienda esa en la que habíamos estado poco antes. Te pregunto que si lo recuerdas. Contestas que sí.

Te cuento que Raquel me había hablado también  de ese hombre, y al llegarme ese vídeo a través de Eme no pude evitar que me picara la curiosidad, y es que no puede ser azar que por tres vías distintas aparezcan referencias de un ¡matemático!

Quizás con esta exposición de motivos quiero justificarte que haber visto unos vídeos titulados “Aprende física cuántica en cinco minutos” no responde a un especial interés científico, ni a esnobismo o superficialidad, sino más bien a esa particular forma de interpretar el mundo como un juego de pistas, y a mi incapacidad para negarme a participar.

Te pregunto que si puedo contarte lo que descubrí. Me contestas que sí, y sé que tu afirmativa no responde al interés científico, ni al esnobismo,  ni a la superficialidad, sino que es más bien una aceptación de lo inevitable, pues los signos de que ya estoy presa del entusiasmo no te ofrecen dudas.

Y entonces te cuento eso de que las partículas cuánticas, las pequeñas, los electrones, por ejemplo, tienen la cualidad de poder franquear la dimensión espacio temporal, esa que es para nosotros inexpugnable. Es decir, que una misma partícula es capaz de estar simultáneamente en dos lugares. Simultáneamente. Y gesticulo, y te cuento el ejemplo del vídeo con las canicas, y hablo a borbotones en una tarde tórrida dentro de un autobús congelado. Y entonces llego por fin al Principio de la Medida, que a mí se me revela como el epicentro de todo. Y consiste en que cuando se trata de observar y de medir el comportamiento de las partículas cuánticas, éstas dejan de comportarse como partículas cuánticas, y vuelven a estar sujetas a esa limitación espacio temporal.

Tú, atento, no miras lo que digo, me estás mirando hablar. Preguntas divertido y por preguntar si lo que estoy queriendo decir es que la materia cuántica no quiere que se descubran sus habilidades.

Y amparada en tu mirada sigo a borbotones, y te digo que sí, exactamente eso es lo que yo he interpretado, y que sea o no así me da lo mismo, porque me parece maravilloso. Que la propia materia ,por voluntad propia, es inaccesible para nosotros: ha tomado la decisión del misterio.  Y amparada en tu mirada prosigo hasta donde aún no había llegado, y de pronto me siento frente a un fuego lejos de la tarde tórrida, y del autobús helado, y acabo de pintar con sangre en la cueva.  Y abstraída pienso en voz alta. Nos creemos tan sabios, tan prósperos, con tanto conocimiento sobre el mundo y sus posibilidades, y en realidad, somos presa de la misma ingenuidad de los primeros hombres, que inventando al dios de la lluvia, de la tierra, de la fertilidad y poniendo el orden del mundo en la voluntad divina, creyeron haber resuelto el misterio del universo. Pero en realidad nuestro conocimiento es mínimo, y aunque nosotros en algún momento tuviéramos la suficiente capacidad de comprensión, la misma esencia de las cosas, sus partículas más pequeñas, la energía última, o la primigenia, que quizás sea la misma, no quiere ser comprendida ni desvelada. Quiere ser misterio.

Y tú no dejas de mirarme, de mirarme hablar. Y yo sigo. ¿Y no es ésto una forma maravillosa de poesía, poesía pura?

Sí, respondes.

Todo

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todo no es demasiado. cuando todo es demasiado no es nada. todo es imprescindible. todo es nosotros.

patricia lodín

Exposición #tuyyo, organizada por La Galería de Magdalena, con carteles de Isaac Vivancos, música de Hortera y Cassette y textos de armapalabras.

 foto tomada en la exposición 26 de mayo de 2013, en la Calle del Principe de Madrid por @mirabilitas

Soneto de amor oscuro

La pareja se conoció en el convulso Madrid republicano, donde mantuvieron su idilio de espaldas a sus familias. Uno era un estudiante de administración que soñaba con ser actor. El otro era poeta y dramaturgo, y soñaba con ser cumplidor de sueños. Y los dos soñaban con el amor.

¡Ay voz secreta del amor oscuro!

¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!

Perseguidos por quienes no entienden de sueños, ni de amor, decidieron huir lejos.

Pronto ¡prontol! Que unidos, enlazados, boca rota de amor y alma mordida, el tiempo nos encuentre destrozados.

Los dos que vivían con sueños se despidieron en Atocha, con destinos a Albacete y Granada. El estudiante, con 19 años, necesitaba el permiso paterno para viajar. El poeta despedirse de los suyos, de su tierra.

Tengo miedo a perder la maravilla de tus ojos de estatua

No me dejes perder lo que he ganado y decora las aguas de tu río con hojas de mi Otoño enajenado.

No volvieron a verse.

El estudiante no recibió el permiso paterno, pues consideraba el amor oscuro, y amenazó con denunciarlo. Recibió del poeta algunas cartas, hasta que llegó una guerra.

El poeta cuando llegó la guerra se escondió en casa de otro poeta, y corrigió sus  sonetos de entonces, los del amor oscuro, hasta que lo mataron.

Tú nunca entenderás lo que te quiero

porque duermes en mí y estás dormido.

Yo te oculto llorando, perseguido

por una voz de penetrante acero.

El estudiante se enteró pasado un tiempo de silencio. En silencio quedaron sus sueños, en silencio fue el amor, en silencio fue el duelo, en silencio fue la memoria, en silencio el resto de su vida, setenta años. Pero no quiso el estudiante que en silencio fuera el resto de su muerte, y, antes de que ésta llegara, sacó la caja donde cabían sus secretos oscuros: dibujos, cartas, su diario, un poema.

Quiero llorar mi pena y te lo digo para que tú me quieras y me llores en un anochecer de ruiseñores con un puñal, con besos y contigo.

Y esa caja, ahora abierta, ha dejado que se entrara la luz. Luz en los sueños, luz en los dibujos, en los poemas, en el diario, en el amor, hasta en los sonetos. Setenta años son muchos años leyendo sonetos de amor oscuros.

¡Ay voz secreta del amor oscuro!

¡ay perro en corazón, voz perseguida!

apiádate de mí, ¡rompe mi duelo!

¡que soy amor, que soy naturaleza!

 

 

Canto cósmico

Y así uno no es si no es diálogo.
Y así pues todo uno es dos
o no es.
Toda persona es para otra persona.
¡Yo no soy yo sino tú eres yo!
Uno es el yo de un tú
o no es nada.
¡Yo no soy sino tú o si no no soy!
Soy Sí. Soy Sí a un tú, a un tú para mí,
a un tú para mí.
Las personas son diálogo, digo,
si no sus palabras no tocarían nada
como ondas en el cosmos no captadas por ningún radio,
como comunicaciones a planetas deshabitados,
o gritar en el vacío lunar
o llamar por teléfono a una casa sin nadie.
(La persona sola no existe.)
Te repito, mi amor:
Yo soy tú y tú eres yo.
Yo soy: amor.

* Cantiga 2, de Cántico cósmico. (N. del E.)

Ernesto Cardenal