– Sabes, en el viaje estuve pensando una tontería, pero no te la conté.
– Ya, nunca me cuentas nada de viaje. Eres una compañera de lo más silenciosa.
-Porque me abstraigo, pero lo voy a compartir ahora. Es una cosa muy simple. ¿Te has fijado que las hojas son bonitas desde que nacen hasta que están a punto de morir? Mira el otoño, es abrumador. Con todas las hojas viejas, da igual lo viejas que sean, si sólo están un poco rojas o si ya son completamente marrones y están a punto de caer. Da igual, resultan bellas. No sólo bellas, abrumadoramente bellas. La belleza del ocaso, de la decadencia. La decadencia no tiene una connotación negativa en una hoja. Existe una cierta tristeza, una nostalgia, pero bella. Incluso voy más allá, hasta las hojas ya muertas, las que están en el suelo, los cadáveres de hoja, marrones y secos, muertos, son bonitos. Vamos pisando hojas muertas y son bonitas. Las percibimos como bonitas. Los niños las recogen del suelo para hacer trabajos en el cole, y decorar las paredes de clase. Las hojas son bonitas siempre. Desde que son brotes tiernos hasta que mueren. Siempre. ¿Verdad?
– Sí.
– Sin embargo las flores no. Las flores son bonitas justo hasta su madurez. Después se abren demasiado, se empiezan a poner mustias, marrones, se ajan, y ya medio muertas no le gustan a nadie. Cuando alguien las corta siempre lo hace cuando aún son jóvenes, y trata por todos los medios de alargar esa juventud en la medida de lo posible, con trucos absurdos como la aspirina en el agua, o en su forma más ingenua y despiadada, secándolas. La de la flor seca sí es una belleza decadente. ¿Verdad?
-Sí.
-Pues eso, que es una pena ser flor. Y nosotros somos flores.
– Bueno, hay personas que siguen siendo bonitas en su vejez.
-Pero me estás hablando de excepciones, de personas sueltas, de tu percepción particular… sin embargo, sobre el color del otoño, y la belleza de las hojas moribundas hay un amplio consenso. Para nosotros la vejez no es percibida como bonita, no abruma, no nos da un vuelco en las tripas. Más bien es fea, decadente. La máxima ambición es la juventud, ese es el mensaje que se bombardea. La eterna juventud. No somos capaces de ver belleza más allá. No nos emocionamos con la estética de la vejez. No la encontramos. Podríamos resultar hojas naranjas, pero nos vemos flores pochas. Podría ser una cuestión cultural. Pero también es posible que simplemente se trate de algo esencial. Es decir, que el ser humano sea flor y no hoja…
….pero ojalá fuera hoja.
Ojalá fueramos hojas… Una reflexión que me ha tocado la fibra, sin duda. ¡Un abrazo!
es un poco perogrullada, pero la dimensión estética puede ser frívola o emocionante. La belleza estimula la sensibilidad, hace sentir. Puede haber belleza en la música, en la pintura, en la literatura, en la luz y en las sombras, en la danza, en el movimiento, en la quietud, en el cielo, en las flores, en las hojas, en las personas. tratar de proyectar belleza siempre, de emocionar, siempre, al margen de la edad, ser hoja…. otro abrazo!
Me encanta tu reflexión, justo estaba hoy escribiendo sobre el mes de noviembre y he hecho una foto que subiré mañana con el mismo significado, unas hojas que tienen tres colores por la llegada del otoño. Me ha encantado leerte!
Por otra parte, creo que hay personas flor y personas hoja. Leyéndote no queda duda de que tú eres hoja!
Vaya, eso sí que es bonito…. Gracias! Mañana me paso a ver tu foto. Un abrazo
Yo veo en la hoja una flor con otro ciclo. La flor crece, forma un capullo y estalla en un maldito orgasmo de polen colores. La hoja pasa toda su vida siendo insulsa, sin personalidas, para terminar quebrando en el último instante. La belleza de la flor coincide con su exuberancia, con el punto álgido de su vida. La hoja no es bella cuando vive, cuando se orienta al sol, cuando respira; llega cuando ‘muere, cuando ya no puede ofrecer nada al mundo más que una máscara quebradiza que dura apenas unos días. Creo que todavía quiero seguir siendo flor.
Gracias por darnos esta metáfora para observar la belleza.
hablas de intensidad y de emoción, y desde ahí, justo ahí, se encuentra la resistencia, la rebeldía contra la insulsez, el pánico ante una perspectiva de ausencia de estallidos. En esa rebeldía, en la resistencia, en la emoción, desgarradora o feliz, pero intensa, puede que esté la belleza. En este sentido de la intensidad quieres ser flor todavía, y ese todavía puede que te dure siempre -ojalá, no podrías escribir como escribes sin ella-. La intensidad es una droga. Para mí al menos, dejarla, aceptar esa pérdida, sería aceptar vivir una no vida. Hoy por hoy, me parece inasumible… gracias a ti por seguir rascando. Las metáforas ayudan, pero siempre se quedan escasas.
Y qué bien saben dejar el árbol, marcharse, con qué belleza caen. Me ha encantado tu reflexión.
Sí, eso también es difícil. Caer con belleza…La verdad es que pensando en la belleza en el ocaso, una de las personas que me vienen a la cabeza es doña marga, y eso que es personaje, pero tan persona…
Yo a ella la veo claramente hoja pero, claro, porque es lo que me gustaría a mí. En general somos más bien flores aunque las flores, cua do no se las arranca de la planta también tienen su belleza al ajarse.