- Que me da igual si se llama Martín el Humano o Fernando décimo!
- Dices que te da igual, pero luego no te da igual.
- A mí sí pero a tu profesor no, así que también te lo tienes que saber, a mí lo que me importa es que sepas el qué y el por qué, no su nombre, la historia al fin y al cabo. Te lo has leído una vez en diagonal y a duras penas recuerdas unos nombres sueltos que no significan nada porque sabes que después voy a llegar yo, me lo voy a leer, y te lo voy a contar, lo que viene siendo que yo te voy a estudiar el examen, ¿sí o sí?
El niño rubio resopla, está tan aburrido del curso que no sabe si podrá sobrevivir a la última tarde de estudio, ni siquiera al último sermón materno, por mucho que sea consciente de que es el peaje por aliviar un poco la tortura medieval. La madre resopla, se infunde ánimos en voz baja, se propone no perder la paciencia con el último examen del curso y se resigna a bajarse al barro y a estudiarle al hijo el dichoso reino de Aragón en la primera mitad del siglo XV. Coge el libro, lee en voz baja y en diagonal, y tras un suspiro, se lanza con la dinastía de los Trastámara:
- Cuando muere el rey Martín el Humano que no tiene hijos, surge un problema. Hay dos candidatos, Fernando de Antequera (el Trastámara), y un tal Conde de Urgel.
- Sí, pero aquí se resuelve bien el problema, porque llegan a un acuerdo y no estalla una guerra por la sucesión como pasó en Castilla.
- Pues sí, no hubo guerra, pero tanto como acuerdo no diría yo. Por lo visto Aragón y Valencia apoyaban a Fernando y Cataluña al conde de Urgel. Y ya sabes lo que pasa con el dos contra uno, de ahí las tensiones después entre Fernando y las cortes catalanas, que no estaban del todo conformes, no lo reconocían, y boicoteaban todas las propuestas del rey. La cosa es que Fernando muere pronto, y hereda el trono su hijo, Alfonso el Magnánimo, y las tensiones fueron a más. Incluso fueron motivo de disputa las expansiones territoriales por el mediterráneo, que favorecían la economía catalana.
- ¿Por qué lo llaman magnánimo si tiene tensiones con las cortes catalanas y con la nobleza?
- Pues no sé, habrá que saber por qué eran esas tensiones…. Aquí llegamos a la época de crisis. Claro, estamos a principios del XV, la población había sido diezmada por la peste y las guerras, había menos cosechas porque había menos gente para trabajarlas –es lo que tiene morirse en masa-, y los nobles en Cataluña –al igual que en Castilla- habían decidido que la crisis no iba con ellos, y que si disminuían sus ingresos porque se les habían muerto los campesinos, los que quedaban vivos iban a compensar las pérdidas pagando más impuestos.
- Vamos, como ahora.
- ¿Lo ves? Si no es tan complicado…, ¿y qué eran los campesinos de remensa?
- Payeses de remensa, mamá. Pues los campesinos libres teóricamente podían ir a trabajar donde quisieran, pero para abandonar las tierras de un noble tenían que pagar un impuesto. Cuando la cosa se puso fea con la crisis, para evitar que los campesinos huyeran en busca de condiciones mejores, los nobles subieron los impuestos que debían pagar por abandonarlos hasta un límite imposible, así que los campesinos se quedaban adscritos en la práctica a un señor, y a merced de las condiciones que quisiera imponerles. Y esos campesinos que no podían abandonar sus tierras eran los de remensa.
- Eso es, y a esto hay que sumarle los malos usos, que eran las condiciones abusivas que imponían los nobles a los payeses que no podían marcharse. Bueno, pues la cosa es que el tal Alfonso el magnánimo, que igual por eso lo llamaron así, quiso acabar con las remensas y los malos usos, e impuso una ley a los nobles que las prohibían. Pero los nobles se negaron a acatarla, y entonces se produjo una revuelta campesina. Al final, el rey, harto de las tensiones con los nobles y mucho más satisfecho con sus conquistas por el Mediterráneo, se termina largando a Nápoles. Y la cosa, con el rey fuera, se termina de desestabilizar. Con su sucesor, su hermano Juan II, estalla la guerra civil.
- ¿Y por qué los campesinos no protestaron antes con las condiciones que les imponían?
- Pues porque en general las personas somos muy de aguantar, tenemos una cuerda muy larga. Y porque además, los campesinos estaban acostumbrados a obedecer y a respetar las normas que les imponían. Consideraban que no tenían ninguna fuerza ni poder de negociación, algo así como “y yo qué voy a hacer si soy un simple campesino, contra el señor, que tiene castillos, y caballos, y armas, y perros”. Es la cultura de la resignación y el sometimiento. Sin embargo, en número, eran muchos más campesinos que nobles.
- Bueno venga, la guerra civil, a ver si de esto te sabes algo.
- Pues que lucharon y al final ganó Juan….. ¿segundo?.
- Y dale, que sólo te has mirado los nombres en negrita, ni te lo has leído…
(El niño rubio se despanzurra en la silla, con la cabeza hacia atrás y cara de dolor, temiéndose un nuevo sermón, y piensa que es injusto que a una persona sólo se le pueda juzgar y condenar una vez por un mismo delito, mientras que una madre no tenga fijado un límite legal de juicios y sermones para sus descendientes. Carta blanca para el reproche ilimitado. Si ya sabe que no se lo ha estudiado, ¿para qué insiste? La madre lo mira y se contiene, y piensa que si ya sabe que no lo ha estudiado, para qué insiste? Así que suspira y se lee la pregunta llamada “La guerra civil”.
- Bueno, pues así las cosas en el campo resulta que mientras, en la ciudad, había dos partidos. Por un lado estaba la Biga, formado por la alta burguesía y la oligarquía catalana, un grupo reducido formado por las personas de mayor poder económico, que eran las que ostentaban todos los cargos municipales. Se hacían llamar “los honrados”. Por otro lado estaba la Busca, que era la agrupación de pequeños artesanos y comerciantes, asfixiados por la crisis, que querían acceder a los puestos de poder municipal para tratar así de recortar los privilegios con los que los oligarcas preservaban sus riquezas.
- Vamos, como el PP y Podemos ahora, no?
La madre se cuestiona si no debería dejar de poner el Intermedio por las noches.
- Es un tanto reduccionista, pero si a ti te sirve….
- ¿Y entonces?
- Entonces estalla la guerra civil, que por lo que dice en tu libro tiene dos bandos: por un lado está el rey que se alía con los payeses de remensa y con el partido de la Busca. Y por otro la nobleza, el clero, y el partido de la Biga. Al final, efectivamente, gana el rey Juan II y termina doblegando a la nobleza. Pero jamás solucionó los problemas de los remensas.
- ¿Por qué? ¿El rey no hizo nada? Pero si le habían ayudado a ganar la guerra. Los campesinos lo habían apoyado luchando durante diez años!
- Sí, pero ya ves, una vez recuperado el poder, se le olvidaron las promesas.
- Vamos, como ahora, no?
- Oye, si tienes curiosidad, esto continúa con el hijo del rey Juan II, Fernando el Católico….podemos investigar cómo acaba…
El niño rubio ve su oportunidad, se arrima de nuevo al teclado, se pone sus auriculares, y antes de irse para el resto de la tarde, replica:
- No te lo tomes a mal, pero puedo esperar al curso que viene…
- Yo también.
Sabe mucho el niño rubio y tiene un poco o bastante razón en que la historia tiende a repetirse, no hemos cambiado tanto. Grandes dosis de paciencia para la madre.
Creo que la madre tiene más ganas de que termine el curso que el propio niño. Si han podido con los trastámara podrán con la tarde que les queda….
La historia solo ha cambiado de trapos, los personajes seguimos haciendo lo mismo.
estoy de acuerdo, a veces corremos el riesgo de pensar que ciertos hechos y situaciones del pasado están superadas, que somos mejores que nuestros antepasados, pero el mirar con ojo crítico nuestro presente es toda una cura de humildad.
Anda que no enriquece culturalmente el cargo de madre. La lástima es que empobrezca la paciencia 😉
qué va, yo creo que también la enriquece, aunque el proceso no siempre sea sencillo…. 🙂
Convence al niño de que lo que está leyendo va a salir el año que viene en Juego de Tronos y con un poco de suerte se leerá la lección entera.
gracias! se lo diré a la madre… aunque ya, para el año que viene 🙂
Corrientes y corrientes y corrientes… El hombre rubio en el comienzo de la madurez le dice al hijo que lo importante, más que los nombres, son los antecedentes, las consecuencias, las causas, los porqués, los intereses… Y el hijo -también puede ser hija-, No te lo tomes a mal, pero puedo esperar al curso que viene…