Acabo uno y empiezo otro. Compulsivamente. Llego a la última página y me entra el desasosiego.
Y ahora qué…
El autor termina su obra y a mí me deja solo. A quién voy a tener yo en la cabeza. A qué princesas, a qué amantes, a qué verdugo, a qué víctima, qué guerra, qué viaje, qué ensayo, qué vida.
Llego a la última línea y cierro la tapa con los ojos bien cerrados. A mi lado está el siguiente, preparado. Y sólo vuelvo a abrirlos para comenzar con su primera página:
Todo esfuerzo es poco si consigo seguir ignorando que en mi vida apenas hay escritas unas líneas. Y que ni siguiera en ellas soy yo el protagonista.
Muy bueno el relato, conozco varias personas que sólo viven a través de los libros, las series… me parece bastante triste… con lo bonito que es ir añadiendo líneas al libro de tu vida.
Intenso relato. Pero triste. Que mejor que tener vida que poder contar.
Bravo Pat!
El último párrafo es certero y doloroso. Como una flecha disparada por un buen arquero.
(Este es mi tercer intento de dejar un comentario, a ver si sale…)
Interesante como diagnóstico del lector compulsivo; el permanecer continuamente en los imnumerables mundos de sus lecturas, le hace pasar desapercibido por la vida, le hace, en fin, no darse cuenta de sí mismo.
buen relato.
Saludos.
Tienes razón, no es la vida sino la imposibilidad de vivirla a nuestra manera lo que nos sumerge en el desasosiego.
Un saludo
Cuando te pones…
Perfecto.