Todo está relacionado. Me pongo el colirio en el ojo, y minutos más tarde puedo sentir su amargura en la garganta. Después, parte de esa gota caminará hacia el estómago, donde parte de esa parte se irá como deshecho, y quizá algo se pueda aprovechar para que recorra mi flujo sanguíneo. Y así, todo forma parte de todo y tiene un sentido.
En quince años de profesión nunca me había ocurrido lo de aquella mañana. Ese mes ocupaba en el ranking el puesto 87 de los 115 que somos. Otros meses soy el 81, otros, desciendo hasta el 90. Más o menos esa es mi franja. Con el puerta a puerta era algo mejor, desde el tele marketing ya me he estancado en un definitivo nivel de mediocridad. No soy el peor, pero sí de los peores. Quizás mi fidelidad más absoluta explique que con estos resultados siga trabajando para la misma compañía. Mis compañeros son todos jóvenes con un futuro por delante. Este trabajo es para ellos algo temporal, una transición. Para mí ha sido un destino. Hubo un día en que también fui joven, me reía con mis compañeros, era uno de ellos, y pensé que me iría con ellos. Ahora soy el maduro hosco que llega puntual cada mañana, se coloca sus auriculares, se levanta para tomar café a las 11, y no vuelve a quitarse los auriculares hasta la hora en que termina mi turno. Ya me he cansado de hacer amistades efímeras. De amigos temporales. De despedidas. Me hacen sentir más solo. Estoy a gusto como estoy.
Aquella mañana hacía llamadas, como de costumbre.
– Buenos días, ¿es usted doña Catalina Mateu?
– Sí, dígame.
– Le llamo para ofrecerle nuestra aspiradora Kirby. Pero no quiero comentarle por teléfono sus características, lo que me gustaría es poder concertar con usted una demostración en su domicilio sin ningún compromiso. Y que con una limpieza de alfombras usted pudiera comprobar en vivo la calidad del producto y la diferencia con los aspiradores tradicionales. ¿Qué le parece?
– ¿Me van a enseñar una aspiradora y a limpiar mis alfombras?
– Es usted muy joven ¿verdad?
No sé en qué momento se cruzó un cable en mi cabeza y dije aquella estupidez fuera de guión. Pero tenía una voz dulce y joven, y no conseguía imaginarla como ama de casa experimentada. De haberlo sido, probablemente me habría cortado el discurso antes de presentarme. Sólo intenté ser amable. Pero desde fuera me recordaba a mí mismo a Ramón Martínez de las Eras, aquel chavalín zalamero que ocupaba los primeros puestos del ranking, y que después de pocos meses de tele vendedor fue fichado por una multinacional como encargado de uno de sus departamentos comerciales. Durante mucho tiempo me habría gustado ser como él. Aunque sus piropos embusteros me resultaran nauseabundos. A ellas debía encantarles. Pues todos contentos. Pero yo no era así. Y me horrorizó pensar que así pudiera parecer.
– Es por la voz, ¿verdad? Todo el mundo me lo dice. Fíjese usted que cuado me oigo la voz alguna vez en una cinta de video me recuerdo a Gracita Morales y me enfado conmigo misma. Pero mi familia me dice que son cosas mías, que qué cosas tengo.
– Pues ellos tienen razón, porque nada que ver con ella….
– Bueno, que me desvío enseguida del tema, disculpe que le esté entreteniendo, no sé por qué me resulta tan fácil ponerme a hablar de mí como si a alguien le interesara… Que sí.
– ¿Qué sí qué?
– Que sí a la demostración, me parece bien.
– Y a mí lo que me estaba contando. Llega un momento en que uno se aburre de hablar de aspiradores, y agradece un cambio de discurso, se lo agradezco.
– De hecho, usted cobrará a comisión… si quiere el día que venga puedo llamar a mi cuñada y a mi vecina Celia. Y quizás a alguien más. Así tiene más posibilidades. Yo no le prometo nada, me ha dicho que sin compromiso…
– ¿Por qué hace eso?
– Anda, porque es usted tan simpático…
– ¿Yo?
– Claro. Podría venir a hacer la demostración, y después tomarnos un café…
Esa mañana pudo haber sido la que me hubiera hecho subir veinte puestos en el ránking, conocer a una mujer de voz dulce y conversación aún más dulce, y haberme convertido en un ser simpático. Hasta triunfador.
Pero todo está relacionado. A punto estuve de cambiarlo todo. Pero todo mi pasado no habría tenido ningún sentido si aquella tarde hubiera concertado esa cita. No puedo haber estado toda la vida equivocado. Todos y cada uno de mis fracasos, cada minuto de mi pasado, se justifican con el no de aquella mañana. Con el mío. Por una vez con el mío.
A veces te reencuentras con una historia. Y ella es la misma, pero tú no. Tú has leído otros relatos que, con suerte, te han hecho ver la vida de otra forma. No mejor ni peor, simplemente diferente.
Y al volver a leer esa historia con ojos nuevos descubres cosas que estaban ahí, pero que no supiste ver. O que, a lo mejor, no debías ver en su momento y ahora sí.
Todo esto para decirte que este relato me encantó en su día. Y ahora, muchas historias después, lo leo con otros ojos. Y me parece más triste. Pero igual de hermoso.