Fake empire

Gerardo, el padre de Elena, tiene una depresión, y ve demonios. 

Quiero escribir unas palabras en un trozo de papel amarillo, y esconderlo después. Después de cinco minutos voy a la cocina a por un trozo de bizcocho. Lo ha hecho Isabel, la madre de Elena. Es como el que nos hacía cuando éramos niñas. Gerardo, el padre de Elena, tiene una depresión, y ve demonios. Isabel ha llorado. Vuelvo al trozo de papel amarillo. Es muy poco espacio. Muchas combinaciones. Tengo una sola hora para tomar la decisión de qué palabras elegir para ese trozo de papel, pero me he propuesto hacerlo. No me atrevo a ser yo quien las combine. Busco la letra de la canción de esta mañana. Leo la traducción.  

Caminamos de puntillas por nuestra bonita ciudad, 

con nuestras zapatillas de diamantes puestas. 

Bailamos amaneradamente sobre el hielo, 

con pájaros azules revoloteando sobre nuestros hombros. 

Estamos medio despiertos en un falso imperio.”

Pienso que el imperio verdadero es el que parece falso, el de caminar por la ciudad de puntillas con las zapatillas de diamantes. Aunque lo falso es lo que parece verdadero y lo verdadero es lo que parece falso sé cuándo estoy despierta y de qué está hecho nuestro imperio. O eso creo. Mi demonio es un falso imperio. 

Cuando voy a coger el post-it veo que el primero del montón está escrito. Arranco ese primer papel. Pone “pasión”. Tiene polvo. No reconozco la letra. No trato de entenderlo. Me parece perfecto así. 

Escribo en el siguiente papel amarillo. En inglés: 

Tiptoe through our shiny city

With our diamond slippers on

Do our gay ballet on ice, bluebirds on our shoulders

We’re half awake in a fake empire

Salgo de la habitación con los dos trozos de papel en la mano. Hasta ahora no vuelvo a pensar en demonios.

Supervivientes II.

Miguelito es un niño de pocas pasiones, pero intensas.

Una de ellas es el fútbol. Si ve la tele es un partido, si juega con la consola es al fútbol, no concibe perderse un entrenamiento, y menos, un partido, aunque haya que levantarse muy temprano y sea sábado, aunque llueva, aunque haga frío. Es muy sencillo saber con qué regalos acertar en su cumpleaños, porque sólo pide botas de fútbol, balones y la camiseta de su equipo. En youtube busca vídeos de goles, y sólo lee prensa deportiva, para frustración de su profesora de lengua, que se empeña en recomendarle cuentos que no le interesan nada, porque ninguno habla de ninguna de sus pasiones.

Y es que otra de ellas es su amigo Tomás. Con casi todos los niños, especialmente si juegan al fútbol, se lleva bien, pero pasión sólo siente por Tomás. Año tras año es su mejor amigo. Se sientan juntos en clase, se apunta a las mismas actividades extraescolares que él, hasta el punto de pasar un curso entero sacrificando dos recreos a la semana para jugar a ajedrez (al siguiente decidió sacrificar a Tomás esos dos recreos para poder jugar al fútbol). Escogen los mismos temas para los trabajos de clase. Se ríen de los mismos chistes.

Tomás el año que viene va a cambiarse de colegio. Miguelito no parecía muy preocupado, pero cuando su madre empezó a escuchar sus planes para el año siguiente, que incluían un cambio de colegio para él también, decidió sacarle de su error cuanto antes. Tomás se iba del colegio, pero Miguel no.

La madre, sensible ante la próxima pérdida del amigo del alma, al finalizar el curso le ofrece invitarlo a pasar el día. Miguelito se pone contento con el plan, pero contra todo pronóstico, no con el amigo a invitar. Quiero invitar a Luis, dijo.

Y es que los seres de escasas pero intensas pasiones, por pequeños que sean, también están programados para sobrevivir. A rey muerto…