– Mira lo que hace ese caballo, parece que baila. Parece que va sobre una cuerda floja.
– Sí.
– ¿Cómo consigue el policía que haga eso?
– No sé, a lo mejor en la Academia tienen una asignatura de doma y exhibición, que después les permite hacer espectáculos circenses en el parque.
– Ah.
– A mí me gustaría ir a trabajar en un caballo.
– ¿En un caballo?
– Sí. Salir del coche, de la carretera, del encierro de los atascos, e ir sobre un caballo, y escuchar la tierra debajo de sus patas, camino a través, urbanizaciones a medio construir a través, ciudades dormitorio con grandes avenidas deshabitadas a través, y llegar con el pelo revuelto, y dolor en el culo, y frío en la cara, y con un caballo, hasta la puerta.
– ¿Tú sabes montar?
– No. Pero me gustaría llegar a trabajar en un caballo.
– ¿Y dónde ibas a dejar el caballo? ¿En el garaje?
– No, pobre animal. A un caballo no se le debería tener encerrado, y menos en un garaje…
No tengo un sitio. Por eso no puedo ir a trabajar en un caballo. Pero me gustaría.
– Anda mamá, deja de soñar.
