He perdido un pendiente. El pendiente que he perdido tiene forma de flecha. Es largo y delgado, y lo llevo en vertical, la flecha apunta al cielo (nadie querría dispararse a un pie, aunque lanzarla al cielo en vertical termine resultando en lo mismo). Las bufandas y poner y quitar jerseys causan estragos. Me he puesto otro que me regaló mi hermana, un círculo con una circonita en el centro. Es un poco gordo y casi me roza con el de al lado, que es un rayo. Creo que yo nunca lo habría elegido, pero le dije que me había gustado mucho. No estoy segura de mi cara.
Ha aparecido el pendiente de la flecha. Lo curioso es que ha aparecido con la tuerca puesta, en el suelo del dormitorio, junto a la caja que sostiene el tocadiscos que sostiene mi ropa a medio usar. ¿Cómo es posible que tenga la tuerca puesta? Pienso que alguien, posiblemente un ser minúsculo y sensible a objetos brillantes, encontró el pendiente y la tuerca en algún lugar (ni siquiera tenía por qué ser mi casa), los unió, y dejó el pequeño objeto en un lugar donde yo pudiera encontrarlo, pero que a su vez fuera discreto y no lo delatara. El día que lo encontré pensé eso porque es la única explicación que me resultaba plausible. Sin embargo, cuando te lo cuento y pregunto en voz alta «lo encontré con tuerca, y esto cómo puede ser?», deseosa de ofrecerte mi ocurrencia y que me confesaras tu otra identidad, la de ser minúsculo y sensible al brillo, me dices sin vacilar «se te cayó traspasando el agujero». Y entonces repito la pregunta, desconcertada, «¿y esto cómo puede ser?». Porque tienes un agujero muy grande. Ese día estaba contenta, y pensé que mi versión de los hombrecillos, tan hija de Juanjo Millás, era mucho más bonita que la tuya.
Seguro que han sido los hombrecitos 🙂