En la playa no hay móvil (I)

Estábamos sentados los dos solos en la arena cuando Miguel me sorprendió con una reflexión existencial. La primera desde que lo conozco. Mamá, morirse es una mierda. Si nos morimos y ya, ¿qué sentido tiene la vida?

No sé si estaba buscando algún tipo de consuelo paranormal. No lo creo. En casa somos  bastante descreídos. Uno de los mejores amigos de Pablo es testigo de Jehová. Una noche estuvimos hablando sobre el tema, y documentándonos acerca del por qué de la importancia de la pureza de la sangre para ellos y la consecuente negativa a una transfusión. Terminamos encontrando el motivo, que, como ocurre con frecuencia en dogmas de fe, desde fuera resulta tan absurdo que la tentación de reírnos de él es grande y terminamos cayendo en ella. Leímos que solo se salvarán 144.000 humanos,  y deben conservar la sangre pura. Por eso, qué sentido tiene que un familiar sobreviva a un problema médico gracias a una transfusión si con ella le estás arrebatando la posibilidad de una plaza en ventanilla en la nave salvadora?

Vuelvo a la conversación playera, y al sentido de la vida. El sentido que yo creo que tiene la vida, Miguel, es vivir. Las experiencias, lo que ames y lo que te amen. Con un poco más de tiempo podría haber estudiado alguna respuesta más sesuda o adecuada. Pero así de sopetón, y sabiendo como sé que dispongo de poco tiempo para mi respuesta (Miguel exige sencillez, concisión y brevedad), fue lo que acerté a decir.

Entonces, él,  con ese espíritu un tanto épico que yo creo que les otorga a partes iguales la edad así como la práctica de un deporte reglado, con su míster, sus normas, un espíritu de equipo y de esfuerzo, superación y toda esa parafernalia, me dice que en la vida hay que arriesgarse, hay que darlo todo. Le digo que estoy de acuerdo, si bien prefiero matizar el sentido de arriesgar, porque sé que tiene una forma un tanto literal de interpretar. Aunque por otro lado también sé que su naturaleza es prudente. A continuación dice que a partir de los sesenta años hay que ir a muerte. El caso es que se queda bastante convencido hasta que al cabo de un rato añade que, aún así, le gustaría que esto fuera un poco más largo, unos doscientos años, pero manteniendo un buen estado de conservación. Lo pienso y concluyo que las cosas están bien como están.

Unos días más tarde leo en Tierra de campos de David Trueba «todos tenemos que morir, es una obligación. Si no muriéramos sería horrible, tendríamos que matarnos unos a otros. Morir es nuestra esperanza. Morir es el sentido de la vida». Me hizo bastante gracia el enfoque. Si a primera vista puede parecer antagónico al que había ofrecido yo hacía poco, me resultó en realidad complementario. Decidí no compartirlo con Miguel, a pesar de que creo que lo entendería mejor que una solución paranormal con dioses, espíritus o naves extraterrestres.

Me gusta hablar de la muerte, frivolizar y especialmente hacer humor. La normaliza.

 

8 comentarios sobre “En la playa no hay móvil (I)

  1. Casi nadie quiere morir pero vivir eternamente sería horroroso además de impracticable. No cabemos, hay que dejar paso a los siguientes.
    Muy bueno lo de » ir a muerte», jajaja.
    No sé cuál es el sentido de la vida, importa poco si disfrutas de ella, vivirla basta. Importa más cuando sufres.

    1. Pues sí, de hecho el tema nos terminó llevando a la situación límite de la eutanasia, yo creo que por una temporada no vuelve con angustias existenciales 😂 (tampoco está en su carácter). A mí me gusta bastante la filosofía epicúrea.

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