Llevo dos días saliendo a correr. Con la cantidad de veces que me he descojonado yo de los runners.
Me lo había propuesto para el nuevo año, y me ha costado una mentalización de tres meses, y que empezara la primavera.
Todo empezó por culpa del sedentarismo. No es que yo haya sido nunca un paradigma de actividad física, pero hace unos años mis rutinas diarias me obligaban a desplazarme andando y a mantener una cierta actividad. Eso me gusta. Me gusta andar o montar en bici para desplazarme, correr para llegar a tiempo, saltar porque estoy contenta o para cruzar pisando las líneas blancas del paso de cebra, bailar para expresarme, pero no andar sólo por andar, o por correr, o por montar en bici. El caso es que últimamente mis cambios vitales me han llevado a pasarme el día sentada en una silla, o sentada en el asiento del conductor del coche, o sentada en un sillón o tumbada en la cama. Esto no sería tan malo si no fuera porque, curiosamente, según transcurren los meses de apoltrone, cada vez tengo menos energías. Cuanto menos me muevo menos ganas tengo de moverme, y me estoy empezando a transformar en un ser apático y perezoso. Mierda de estilo de vida. Lo ideal sería que la propia vida implicara movimiento. Estamos diseñados para eso. Correr para cazar o para huir del león, caminar para buscar agua, saltar para recolectar… Veía el otro día Náufrago y pensaba en la suerte que tenía el tipo. Unos meses en la isla y ya era un salvaje en toda regla, con un cuerpo y una energía envidiables. Lo que daría yo por ser un salvaje.
Como ser analítico y observador que soy, he correlacionado mi ausencia de actividad física con ese estado de ánimo de apatía, aburrimiento y falta de energía. El problema es que el deporte como fin en sí mismo me aburre, y he desarrollado una gran resistencia a ocupar el poco tiempo libre que tengo con actividades con las que no disfruto, y más todavía a autoimponérmelas, porque a mí lo que me mueve es el placer (uno de los valores que más detesto es el aclamado «espíritu de sacrificio»). Así que pensé, ya que tengo poco tiempo, y quiero invertir en esto lo menos posible, voy a hacer aquello que me de más resultados en menos tiempo y que me requiera logística e inversión económica cero. Lo que los economistas llamamos un análisis coste-beneficio, en aras de resultar eficientes. Y lo que se me ocurre es correr. Correr es cardiovascular y aeróbico, que son las condiciones idóneas para que el cuerpo segregue los compuestos químicos que mejoran el ánimo, y solo tengo que ponerme unas zapatillas y bajar a la calle. En diez minutos como mucho ya he conseguido romper el círculo vicioso de la silla. No voy a disfrutar nada, pero al fin y al cabo son solo diez minutos. A ver qué obtengo.
Lo comenté en el trabajo, que tengo varios compañeros runners -es imposible no tener a ningún conocido que no se haya infectado-, de los que entrenan a diario, y corren medias maratones, y maratones completas, y conocen sus tiempos y los controlan, y saben también si son supinadores o pronadores… de esos. Y entonces hice mi anuncio, casi como quien claudica. Ah, sí? Y por dónde vas a correr? -me preguntaban triunfales- ¿Vas a buscar terreno duro o blando? ¿Vas a salir al campo o a un parque? No me va a dar tiempo a llegar mucho más allá de dos o tres manzanas en los diez minutos que pienso correr, cinco minutos de ida y cinco de vuelta. ¿Sólo diez minutos? Eso no es nada! AL menos tienes que correr media hora para que tu cuerpo empiece a notarlo y los músculos comiencen a trabajar. ¿Los músculos? Yo es que esto no lo voy a hacer porque piense competir con un keniata en Nueva York o porque aspire a convertirme en top model. Yo solo quiero mis endorfinas, voy a correr lo justo para recibir el chute químico -que no piensen ni por un instante que soy de los suyos-.
Tres meses más tarde de mi anuncio me he puesto por fin unas zapatillas y he salido a darme unas carreras. Tal y como preveía, he tardado alrededor de un minuto y medio en alcanzar la extenuación. He odiado correr desde que con doce años me obligaron a someterme al test de Cooper y para mí fue lo más parecido a una experiencia cercana a la muerte. Así que con calma, que no tengo espíritu de sacrificio y deseo mantenerlo lejos de mí. Tres o cuatro minutitos, paseo y otros tres o cuatro minutitos. Me siento como una completa imbécil cuando miro detrás y no veo ningún león, ni voy a perder un tren ni nada. Pero bueno, estoy aguantando el ridículo y las agujetas. Parece que después me siento frente al ordenador con más energías, aunque también podría deberse al sol. Las cosas que se pueden hacer por una dosis.
Jajajaja! Enhorabuena! Yo nunca he superado ese pánico escénico de correr sin que nadie me persiga y acabé por comprarme una cinta de correr para hacerlo en casa. Y si que es verdad, en cuanto la pereza se instala, ya sea mental o física, cada vez cuesta más ponerse en marcha otra vez, 🙂
No sé lo que va a durar, no me termina de convencer la cosa. Lo que quiero es poder ir andando a trabajar, o a caballo, ¿te imaginas? a veces veo la vida esta que tenemos tan opuesta a nuestra naturaleza que lo único sensato para mí sería volver a la sociedad tribal, al arco y las flechas. Mientras tanto a conectarnos al cable y a mantener las funciones vitales con la cinta, abandonando el ascensor, o corriendo sin leones….
Tu lo has dicho, mantener las fuciones vitales. Nuestros antepasados fueron nómadas y andaban mucho, llevamos un par de generaciones tan sedentarias (sobre todo los occidentales) que como sigamos así evolucionaremos hasta perder las piernas :-). A mi también me encanta andar, y gracias a que mi ciudad es pequeña casi siempre voy y vuelvo andando, que además con los auriculares enchufados es genial! 🙂
¡Excelente, me he identificado! Lo que hago es ocupar el aire matutino (salgo a las 5:37 am de lunes a viernes, dando un paseo rápido de media hora) para ordenar las actividades del día: que si voy a limpiar el auto, que si estarán frías las cervezas en Charli´s bar el viernes, que el Kilimanjaro se quedó sin nieve… y ni cuenta me doy si sudé o no. Saludos!
Cielos, a las 5:37…. Eso es inhumano 😱😉
jajajaja, bueno, vivo en un país tropical (Nicaragua). Saludos!
Cuidado, que las drogas enganchan 🙂
No, si enganchada a las endorfinas ya estoy. Otra cosa es que continúe buscando formas de conseguirla, este camello no me termina de convencer 😉
Por algo se debe empezar, yo tampoco soy una apasionada por el deporte, me gusta caminar,nadar y me encantaria volver a bailar, el tiempo a veces no alcanza,pero en efecto todo sea por las endorfinas y por evitar el sedentarismo, aunque no aguantemos una maratón, abrazos.
Por las endorfinas! (pero para eso, además de moverse hay que cantar, leer, escribir, entre otras muchas cosas, verdad?…. es una lástima eso de que haya tan poco tiempo :-))