En realidad no es fácil recordar los momentos concretos. La penúltima vez que quedé con mi amiga Raquel estuvimos hablando sobre esto. Me decía que hacía y que le pasaban tantas cosas que le resultaba imposible recordarlas todas, y que eso le parecía terrible y le daba miedo, le tenía mucho apego a sus recuerdos, a sus experiencias, a sus lecturas, a sus conversaciones, a sus anécdotas, a sus viajes, a todos sus momentos, y que notaba cómo se le iba olvidando, y me decía que había desarrollado una teoría acerca de cómo sería la existencia perfecta, a efectos de poder vivirlo y recordarlo todo mejor, y decía que la vida debería estar repartida en tres franjas estancas, con una memoria nueva para cada una de ellas, de cero a treinta años, de veinte a cincuenta y de cuarenta a setenta. Lo que no sé es si en su óptimo se conservaban los recuerdos de las franjas anteriores, y si las décadas que se repetían era con las mismas vivencias y la repetición era sólo a efectos de fijar mejor, porque ya no lo recuerdo. En cualquier caso como es un deseo de ciencia ficción, tampoco importa demasiado.
A mí también me preocupa el olvido y las deficiencias de la memoria, su inexactitud, la erosión de los recuerdos. No sé si fue ayer o antes de ayer mirando unas fotos de los chicos te sorprendías de cuánto habían cambiado en los últimos años. Tirando de memoria te llega más o menos una imagen de cómo eran de pequeños, o de más pequeños, pero de pronto una foto te planta su imagen el día 6 de junio de 2013, a las 13:56. Y aunque ese día yo hubiera estado tratando de fijar todos los detalles, y aunque ese día resultara inconcebible olvidar nada de eso, si no hubiera sido por esa fotografía, en mi cabeza sólo habría quedado un combinado de imágenes en pretérito imperfecto de cómo eran los chicos de pequeños, o de más pequeños. Un combinado inexacto y resumido formado por tres o cuatro fotogramas por niño para representar todos sus momentos concretos de varios años. Y ocurre lo mismo con las conversaciones, con el sonido de la voz, con los olores, con lo que se siente. Dentro de unos años recordaré cómo nos queríamos en estos años, pero no seré capaz de recordar ni de una manera precisa ni tan siquiera aproximada la mañana de ayer y viviría el resto de mi vida en la mañana de ayer. Y es posible que, por eso y para intentarlo, durante un tiempo busque repetir la mañana de ayer. Pero no serán la mañana de ayer, serán otras. Y es posible que me sienta frustrada por no conseguir esa exactitud. Es posible incluso que tenga que olvidar la mañana de ayer para poder sentir de nuevo la mañana de ayer. Solo que en ese momento me parecerá nueva. Y única. Y quizás lo sea.
Es buena señal que no quieras olvidar, quiere decir que te gusta, que amas tu vida. Lo que más me impresiona cuando veo vídeos de cuando mis hijos eran pequeños ( tengo dos) son las voces. Y es de lo que menos me acuerdo.
Dos :-)! Las voces son muy escurridizas, ahora que lo dices. Los vídeos tienen un poder evocador inmenso, me parece acertado el verbo que has escogido: impresionar. Yo tengo poquitos, apenas los veo, me gusta tener algún fragmento de recuerdo casi total, pero al mismo tiempo me dejan frágil. Un beso