El otro día vi al hijo de Eme, estaba haciendo música con cucharas, grabándola y sacando sonidos nuevos. Ha conseguido que suenen como si fueran campanas, me decía. Qué creativo es. Sí, es una pena que cuando era más pequeño no existiera ningún colegio como los que hay ahora, en los que se potencia la creatividad y los potenciales de cada uno. Bueno, la mayor parte de los niños sufre un proceso de cuadricularización en la escuela, al menos a él no le han matado esa creatividad suya. Bueno, es que no es tan fácil matar a una persona.
Me quedé pensando en eso. No es tan fácil matar a una persona. Lo que uno es permanece. No es tan fácil matar a una persona, pero tampoco es imposible. Si ese chico no tuviera los padres que tiene, que lo animan con sus proyectos, respetan sus elecciones vitales, y procuran apoyarlas en todo lo que pueden, si ese chico hubiera tenido unos padres más al uso, de esos que a cada idea le hubieran replicado con un «déjate de tonterías y ponte a estudiar algo de provecho», quizás habría muerto. Y se habría pasado el resto de su vida muerto, renunciando a sí mismo para ser lo que le condujeran a ser -como si uno pudiera ser otra cosa distinta de la que se es, se pueden hacer cosas distintas, hacer cosas que no tienen que ver con lo que se es, pero no dejar de ser- entre escuela, familia, sociedad, universidad, pareja y centros de trabajo. Como a tantos otros.
Al día siguiente fuimos al cine. En la peli, un chico que quiere ser un gran músico se topa con un profesor que tiene la teoría de que sólo llevando a una persona al límite del sufrimiento y la humillación es posible que salga el genio. El alumno le pregunta qué ocurre si se traspasa el límite. Qué ocurre si, extremando la dureza, en lugar de incentivar la salida del genio se le matara, se le hiciera perder la ilusión. Entonces el profesor le contesta que eso sólo sucede cuando en realidad no existe ningún genio. Al salir del cine volví a pensar en aquello de que es difícil matar a las personas. Pero volví a pensar también que no es imposible.
Y cuando en un periodo de tiempo tan corto me topo con esa reflexión no se me va fácilmente de la cabeza, aún no ha terminado conmigo, está aquí por algo, por mí, y también por ti, y me deja en un estado inquieto y bullente hasta que ocurre y me encuentro, nos encontramos los dos en ella, desde el primer momento nos encontramos en ella. Y es que seguíamos vivos. Ahora también seguimos vivos. En cuanto encontramos una oportunidad para ser, somos. Volvemos a ser. Supongo que porque es cierto que es difícil matar a las personas…
«En cuanto encontramos una oportunidad para ser, somos. Volvemos a ser.» Me gustó tu reflexión y la frase; ahora me rondan preguntas como: ¿a cuantos han matado? ¿ hemos permitido que otros nos maten? o ¿nos hemos matado nosotros mismos?
Mientras haya vida siempre habrá esperanza, oportunidad para ser.
Abrazo Patricia 🙂
Estoy de acuerdo, aunque ya no se pueden dejar las oportunidades en manos de otros, que nos dejen, que nos apoyen, a que nos respeten, o a que tal vez en un futuro los astros se alineen para allanar el camino. Las oportunidades hay que buscarlas, legitimarse por ello, aunque a veces sienta uno que tiene que hacerlo a empellones. Tú bien sabes que no es fácil, pero tampoco imposible 🙂
Es cierto que no es fácil matar a una persona pero sí aplastarla. Cuántas personas hay que viven mal, sufriendo a veces sin saber por qué, contrariadas, negándose a sí mismas. Lo primero es darse cuenta y después ir saliendo como se pueda para ser lo que somos de verdad.
sí, y es difícil… me acabo de acordar de aquello de los sioux, su concepto de lo sagrado (wacan) y de la cobardía…
https://miradadepat.wordpress.com/2011/11/16/wakan/