Ya había escrito acerca de la legislación del aborto, y vuelve de nuevo el debate. Gallardón decide que la ley de plazos es inmoral y retoma la ley de supuestos. Pero los restringe, porque le resulta inmoral el supuesto de que a un ser humano no se le permita nacer por sufrir anomalías.
Volvamos al eje argumentativo. El gran problema de fondo es dilucidar desde qué momento se considera que el ser que se está gestando es un ser humano.
Si se considera que desde el mismo momento en que el óvulo es fecundado hay un ser humano, y por tanto debe gozar de todos sus derechos y obligaciones, el primero de ellos y el fundamental, el derecho a la vida, todos los supuestos son inmorales. Señor Gallardón, ¿no es incoherente el apuntar que no es justo impedir el nacimiento de un ser por el mero hecho de padecer una malformación pero sí impedir el nacimiento de un ser por el mero hecho de que su padre sea un violador?
Si de lo contrario se considera que el embrión no es un ser humano, son un conjunto de células en formación, que sólo cuando llegan a término, y han generado a un ser completo apto para la vida y nace es considerado un ser humano y debe ser protegido su derecho a la vida, los supuestos son igualmente absurdos. Pues a pesar de que biológicamente estamos dotados de un instinto de conservación de la especie, y por tanto de las crías -hijos-, los padres, ante una situación vital adversa, o unas circunstancias muy penosas, tomarán la decisión de interrumpir la gestación. Pues no se trata de un ser humano, sino de un proyecto de ser humano.
Pero entonces un embrión ¿debe o no ser considerado un ser humano? Pues yo no lo sé. Creo que nadie tiene autoridad como para despejar esa duda, pues es una cuestión de fé. Una serie de personas creen que un embrión es un ser humano con alma, y que es un delito equiparable el abortar un embrión de doce semanas por padecer malformaciones, que el matar a un hijo de seis años por alguna minusvalía, por ejemplo. Puede ser que lo crean, pero, objetivamente, no se trata de lo mismo. Creo que hasta ahí habrá consenso.
Si objetivamente no es lo mismo un embrión que un ser nato, y la consideración que se le da al ser in útero es una cuestión de fe, entiendo que por motivos de libertad de credo, se deberían respetar todas las opciones. Quien considere que su ser in útero es un ser humano con alma que opte por no abortar jamás, bajo ningún supuesto. Y quien considere que se trata de un conjunto de células que serán pero no son un ser humano, ante una circunstancia adversa (el aborto no es plato de gusto para nadie, es una decisión difícil debido a circunstancias vitales complicadas) que tenga la libertad de interrumpir la gestación.
Me maravilla la autoridad con la que se revisten ciertas personas para imponer su credo a golpe de ley al resto de los ciudadanos. Pensé que en cuestiones de credo había libertad constitucional, que nos amparaba la ley. En cualquier caso, aún con la redacción de los nuevos supuestos, cualquiera que se halle en circunstancias complicadas podrá interrumpir su embarazo alegando peligro psíquico para la madre. De modo que, en realidad, con su nueva legislación de supuestos, Gallardón sigue siendo incoherente con esa moral que pretende imponer a sus súbditos, y lo que logra es imponer una ley hipócrita con la que dar gusto a una parte del catolicismo: el más trasnochado e intolerante.
Desde una perspectiva ética, no hay ningún conflicto de valores en los casos en que la identidad de «ser humano» no ofrece ninguna duda: no se mata a un niño, ni a un anciano aunque estén enfermos, se les diagnostica y se les presta la asistencia sanitaria que precisen para restablecer su salud en lo posible.
Los problemas aparecen en ese límite difuso en que las facultades que atribuimos a «lo humano» ( la autonomía en las funciones vitales, la conciencia, etc…) no están presentes aún o se han perdido y las expectativas de recuperación son razonablemente nulas (el embrión, la enfermedad neurológica degenerativa, la situación terminal). El conflicto de valores que se plantea es entre el deber de proteger la vida y la libertad individual para tomar decisiones sobre el propio cuerpo. Existen infinidad de posiciones al respecto, como es lógico.
Las leyes que regulan la toma de decisiones en torno al final de la vida o en torno al aborto voluntario representan el triunfo de una posición moral frente a las demás. En una situación ideal, serían un reflejo normativo de una posición moral mayoritaria. ¿Es este el caso?.
La cuestión es que en estos aspectos es inevitable tener que establecer límites y que eso supone, al legislar, que convertimos en punible una acción derivada de una posición moral no dominante.
En ética siempre se tratan de promover las soluciones prudentes que suelen alejarse de los extremos. Siempre cursos de acción intermedios. Siempre respeto y prudencia.
¿Es este el caso?
Gran argumentación: respetuosa, prudente y muy certera. Gracias!