Ceremoniales

Me dijeron que iban al Templo y los acompañé hasta allí. ¿Váis por el atardecer?, pregunté. Vamos para tomar algo en un sitio bonito.

EL Templo es bonito. En el Templo puede haber baile de capoeira, torneo con espadas láser, performances con  pintura, disfraz, preparados cámara acción, cursos de fotografía, picnics en el césped con manteles de cuadros, emparedados y globos, guerras de agua, campeonatos de fútbol, chinos vendiendo cerveza, tambores que acompasan los pálpitos y suecas en bikini. En el Templo puedes encontrar cualquier cosa porque el Templo es escenario de un ceremonial de alegría. Un lugar donde vale todo siempre que ese todo implique energía y disfrute. Y el clímax lo marca el sol al ponerse. En el Templo se ve el atardercer más hermoso de Madrid.

Nos despedimos junto a mi coche. A ver si nos llamamos un día. No nos llamaremos, nos hemos acostumbrado a que la casualidad nos regale algún encuentro. Que te vaya muy bien, dijeron. Que disfrutéis el atardecer, les dije.

Subí al coche y me alejé de allí sin ceremonial y sin atardecer. Otro día. Recogí a mis pequeños, y con ellos en el coche, una hora más tarde, en el paseo en el que está una de las casas donde habito de modo itinerante, vino a buscarme el sol al que hacía un rato había conjurado. Ese mismo que normalmente actúa discreto, saliendo por el este, escondiéndose por el oeste, iluminando cuando toca, y enrojeciendo la línea del horizonte. Vino, y vino para sacarme poderoso de mi mirada al frente, para impedir que continuara con semáforos y distancias de seguridad, vino para imponérseme, para obligarme a mirar a lo alto. A demostrar lo inmensa que puede llegar a ser una pequeña y lejana estrella cuando se lo propone, y lo pequeños que nos deja al resto de los mortales. A demostrar que es bello el día en que se propone serlo y que no importa el decorado, que no necesita un Templo, no necesita nada, nada más que a sí mismo para hacerme levantar los ojos, para obligarme a mirarlo, a mirarlo hasta hacer daño, y qué me importa si me duele, hasta conmoverme y caer de rodillas ante su absoluto furioso e inmenso.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s