Caracol manzana

Abrir la prensa es a veces una tortura de titulares que tienen que ver con la crisis del euro, la corrupción política, las primas de riesgo, y el apocalipsis en general. Pero el pasado lunes sí encontré una noticia interesante que me mereció la pena leer al completo y que captó todo mi interés. En ella hablaban de un animalillo, el caracol manzana, que bajo su inocente nombre, y su inocente apariencia, con su concha, sus colores, y sus cuernos al sol, esconde una hasta ahora desconocida pero malvada plaga de devoradores insaciables que están asolando el valle del Ebro, y otras partes del planeta.

Uno de los mayores poderes de la plaga, además de comerse las cosechas de arroz, es su indestructibilidad.  Según el artículo, el gobierno ha destinado tres millones y medio de euros en inventar formas para destruir al entrañable caracol manzana y su prole, fracasando con todas ellas. Los expertos han probado a secar los márgenes afectados del río, llenar los desagües con cal viva, regar los arrozales con saponina tóxica, y rociar a los caracoles con un aceite que les impide respirar,  pero todos esos esfuerzos han sido en vano. Hasta ahora, el malvado caracol manzana ha demostrado una inmortalidad sin fisuras. Cito textualmente las declaraciones del biólogo indio, un tal Joshi, experto en  caracoles manzana: “Ningún país ha logrado erradicar esta plaga”, cuya intención supongo que es consolar a los valerosos ciudadanos que han sido derrotados por el bichito con el clásico sistema del mal de muchos.

Sigue con su consuelo, pues afirma el biólogo que, si bien no han conseguido erradicar la plaga, el mero hecho de que no se haya extendido al resto del país ni del continente, es ya una gran victoria. La humanidad entera está en grave riesgo (esto último lo digo yo por deducción.)

La cosa es que, y vuelvo a citar el artículo, “no existe una solución industrial para erradicarlos, sólo queda zambullirse en el agua y destrozarlos con las manos”.  Eso rápidamente me lleva a pensar que quizá podría ser una gran oportunidad para reinventarnos, y hacer de nuestra larga lista de parados un ejército de valerosos guerreros que podrían salvar el delta del Ebro, y crecidos con dicha victoria, podrían extender la salvación al resto del continente, y por último a la humanidad al completo. Porque, con semejante poder de destrucción del poderoso y maléfico caracol manzana –y prole-, no me extrañaría nada que todo el tema de la crisis fuera en realidad una cortina de humo que han utilizado los políticos para no alarmar a la población civil con esta plaga que nos amenaza, y evitar así las terribles consecuencias del pánico.

De hecho, y ahora que lo pienso de una forma más global, y tomando perspectiva espacio-temporal, quién no nos dice que todos los desastres ecológicos de autoría humana no pudieran ser  daños colaterales de esa encomiable y nunca suficientemente valorada lucha por terminar con el malvado caracol manzana…

Y no puedo evitar sentirme en deuda con ese animalillo baboso, porque desde que lo he descubierto, todo parece tener algún sentido. Gracias, gracias de verdad, querido caracol manzana.

2 comentarios sobre “Caracol manzana

  1. Y quizá esa única forma de destruir la plaga del caracol manzana «zambullirse en el agua y destrozarlos con las manos» pueda servirnos de fórmula mágica para resolver otras muchas plagas, las particulares y las comunes. Que siempre queda esa esperanza de que la solución esté en nuestras manos. Un beso veraniego, de vuelta de vacaciones.

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