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Una vez conocí a un hombre que se pasó cuatro meses encerrado en el baño de un bar. Nadie lo había visto antes. Antes de entrar ya avisó: «tardaré un poco».
Al principio, le llevaban comida, lo saludaban por las mañanas, y se despedían de él por las noches. Pero con el transcurso del tiempo, el hombre cayó en el olvido. Y el baño, a fuerza de no poder ser usado, cayó también en él.
Pasados cuatro meses, largos como cuatro años, y para asombro de todos lo que allí estábamos, se oyó un ruido en la pared, y se abrió una puerta. Pero, ¿desde cuándo había allí una puerta? Dicen que era donde estaba antiguamente el baño.
Salió de allí un hombre. «Listo, he terminado». Era el mismo que entró tiempo atrás, pero con barba. Llevaba un maletín. Y una camiseta blanca, manchada de pintura. Pronto se arremolinó todo el mundo alrededor de la puerta, y se asomaron . Allí ya no había un baño. Había océanos con sirenas y sus cantos, y peces felices que bailaban a su lado; olas amigas que hacían cosquillas en la tripa a unos barquitos de papel, que navegaban sin mojarse, y sin hundirse, siempre hacia delante. Había verdes praderas llenas de flores, niños que jugaban bajo un arco iris sin lluvia. Había príncipes y princesas, a lomos de valientes bicicletas. Y los pájaros revoloteaban por todo el baño, y hacían carreras con unas mariposas, que, juguetonas, al ver por fin la puerta abierta, se dispersaron por todo el pueblo, revoloteando entre los asombrados espectadores.
Entonces busqué con la mirada al creador y a su barba, antes de que se fuera para siempre. Para asir bien su imagen, y fijarla en el recuerdo. Porque supe que me había encontrado con un Transformador, una de esas personas que pasan por el mundo haciendo que éste nunca vuelva a ser igual. El Transformador no me vio, tenía tanto trabajo por hacer… Unos pocos pinceles para colorear la tristeza, y ponerla guapa y contenta, y dibujar la esperanza a su lado, y llevarlas de la mano, allá por donde fuera. En ese mundo que, según pisaba, dejaba de ser como era, para ser mejor.
Cada día me sorprendes. Gracias.
Supongo que hay muchas formas de transformar el mundo, Pat; y estoy segura que una de ellas, y tal vez una de las más hermosas, es la que tú nos brindas con tus bellos relatos.
Gracias; para mí tú también eres «un transformador».
Hermoso! Gracias!