El último día del año me acercas tu teléfono y me dices que tengo que ver la story entera. Es del vecino, el guionista. Al vecino lo conocemos de cruzarnos con él en el portal y en conciertos. En realidad lo reconoces tú, que eres buen fisionomista. A mí las caras no me dicen nada hasta que las he hablado. Como mínimo dos veces. Sabes que es guionista porque lo sigues en Instagram. En la story cuenta su periplo por los chinos del barrio buscando unas gafas horteras con el número 2021. Por lo visto, existe una maldición que se cernirá sobre todos nosotros en el caso de que él no encuentre esas gafas, y que durará lo que dure el año. En ningún momento aclara en qué consiste la maldición, pero al final él encuentra esas gafas y salva al mundo. Y, de paso, muestra el modelo de los años anteriores. No recuerdo si había de 2020. Para contar todo eso emplea pantallas narrativas, memes, vídeos de archivo, vídeos grabados por él mismo, inserta bandas sonoras… Me pregunto cuánto tiempo le lleva al vecino hacer esta story tan elaborada. Debo preguntármelo en voz alta porque tú me contestas que es guionista, es su trabajo. Supongo que una cosa es escribir un guion para lo que quiera que te hayan contratado y otra hacerlo para tu Instagram. Pero imagino que la profesión le dará agilidad y soltura y ahorro de tiempo. A mí me llevaría tres días.
Otros años cenamos solos el día 24, pero este año nos ha tocado el 31. Por la falta de costumbre he estado a punto de olvidar comprar uvas. Cuando hablo con mi madre antes de cenar se lo cuento. Imagina, mamá, que no las compro, que nos olvidamos, que no encendemos la tele a las 23:55, que no vemos a Igartiburu, ni a Pedroche, ni a nadie, ni escuchamos las campanadas, ni pedimos un deseo, y nos quedamos tan tranquilos, bebiendo vino y cantando villancicos. Imagina. Eso podría haber dado lugar a un puente Einstein-Rosen; quizá, podríamos haber saltado en el tiempo y haber resuelto la aporía de los agujeros de gusano, o haber destruido el mundo arrugando la línea espacio-tiempo. Pero, por suerte, mamá, era casi imposible no ver la uvas en cualquier supermercado. Sin embargo, el turrón de chocolate se había acabado en todas partes. Mis padres también van a cenar solos. Tienen uvas y champan francés y van a pedir un deseo.
Desde que pasamos solos la noche del 24, tenemos la costumbre de cantar villancicos. Concretamente yo preparo alguna canción que te canto, y después seguimos cantando. Como no creemos en ningún dios, ni en ningún advenimiento, ni en vidas más allá de la muerte, ni en agujeros de gusano, ni en extraterrestres ni abducciones, nuestros villancicos no son villancicos, pero nos hace gracia llamarlos así. Este año, aunque vayamos a pasar solos el día 31 he preparado uno. Just breathe de Pearl Jam. Tenía otros candidatos: Lo último que se pierda de Viva Suecia y Colors de Black Pumas. Elegí el que elegí porque era el único que iba a ser capaz de preparar.
Las uvas fueron atropelladas. Nos grabamos un vídeo. Odiamos vernos pero nos vimos después al menos dos veces. Incluso sin el efecto del vino nos reímos. Lo vemos en el salón o en la cama. Y nos seguimos riendo. Nos besamos. Feliz año. Llamamos a nuestros hijos, llamamos a nuestros padres, te doy un regalo. Después cojo la guitarra. Tengo que empezar dos veces, porque de pronto se me ha olvidado cómo hacía el fraseo habiendo cambiado el ritmo de cuatro por cuatro a seis por ocho. Pero canto. Cuando termino te miro y veo que estás llorando y eso significa que lo he hecho bien. Después intentamos las versiones que se habían quedado solo como candidatas, y tocamos los dos, y después, de alguna manera, nos ponemos a hablar del britpop, y todo comienza con Blur, tampoco sé muy bien por qué, y entonces ya dejamos las guitarras y te pones a pinchar. Suenan los Smiths, y pones el tema que versionó Mikel Erentxun. ¿Fue el año pasado cuando estuvimos tocando y escuchando no sé cuánto tiempo Duncan Dhu? No, eso fue hace dos. ¿Qué villancico fue el del año pasado? El año pasado no hubo villancico. ¿No? ¿Qué pasó el año pasado? El año pasado no fue bien, me dijiste que habías preparado un tema de Ricardo Vicente pero no lo cantaste. Pasó algo. ¿Qué pasó? No lo sé, nos pusimos sombríos, no hubo villancico, no pusimos música, nos fuimos directamente a dormir. Vaya, no me acordaba de nada. Mejor.
Take me out tonight
Where there’s music and there’s people
And they’re young and alive…