Durante muchos años estuvo amaneciendo delante de mi. Yo iba en el coche, casi siempre medio parada por el tráfico, muchas veces enfadada, con este enfado que me producen los conductores prepotentes que pasan por encima de los demás para llegar cinco minutos antes, empeorando el tráfico y creando situaciones de peligro, y que me hacen desear un arma contundente, un hacha, una catana, algo así…. y entonces, de pronto giraba una curva y allí estaba el sol, naciendo entre esas cuatro torres, inundando de luz lo que quedaba de noche, esas briznitas en el campo, las amapolas en primavera, todo aquello que aún faltaba por iluminar, hasta mi cabeza. Y, con luz, ya me daban igual los prepotentes de la carretera, se me quitaban hasta las ganas de decapitar, y la angustia por llegar tarde, y todo, porque solo tenía ojos para el espectáculo de luces entre las cuatro torres. Alguna vez incluso estuve a punto de tener un accidente. Y creo que alguna vez lloré.
Ahora amanece detrás. Recuerdo los primeros días. Ocurría algo extraño pero no terminaba de identificarlo. Los coches, la carretera, el horizonte, los pocos árboles que sobresalían en los márgenes, el asfalto. Todo tenía un color silencioso y quieto, como cuando uno está a punto sentir algo, solo a punto. Tenía color de emoción contenida, tan contenida que ni era. Ocurría algo extraño porque ya no me enfadaba con nadie, ya no veía prepotentes, no sentía ganas de matar, pero tampoco me iluminaba, no pasaba nada. Simplemente conducía quieta y silenciosa, a punto de un algo que no terminaba de pasar, seca. Encontré la explicación cuando miré por el retrovisor. Gracias al espejo vi que el espectáculo de luces naranjas y moradas seguía sucediendo, pero a mi espalda. Si hubiera podido mirarlo un rato un poco más largo me habría emocionado. Me quería emocionar. Tenía nostalgia de emoción. Sabía que el sol estaba ahí, pero solo lo podía ver a ráfagas rápidas y gracias al espejo retrovisor. Incluso con esa cautela de mirar por décimas de segundos alguna vez he estado a punto de provocar un accidente.
Esta mañana delante de mi se había plantado una luna. Una luna muy grande. Creo que ahora les ha dado por llamarla superluna, y hablan de ella en el telediario. Hoy no la habían anunciado, y sin embargo se ha plantado ahí delante. He mirado por el retrovisor. Allí estaba el sol a mi espalda, con su espectáculo de luces. Delante la luna grande. Me he quedado un poco desconcertada con los caprichos astrales y con esa forma que tienen de llamar la atención. He subido la música y he continuado el camino repartiendo mi atención. Delante, detrás. Delante, detrás. Y no distinguía colores, ni de amaneceres, ni de luces, solo sabía que mirara donde mirara había belleza. De verdad que un día de estos voy a tener un accidente, y entonces escucharé algún comentario machista o bien que seguro que fue porque andaba con el puto móvil. Creo que no me molestaré en explicar.
Yo a eso lo llamo el amanecer invertido, cuando se ve reflejado en el cielo pero no directamente. Claro, el directo siempre es mejor pero el invertido también me gusta.
Qué suerte tener uno de esos momentos de belleza total!
Besos
Una preciosidad de inmersión en la belleza del día 😊😙
En todos hay belleza, creo, solo que a veces la vemos. Están bien esos golpes de conciencia. Muchas gracias. Besos!