Camino a la oficina

He decidido reencarnarme en surfera. No una surfera vacacional, sino una surfera ermitaña. Me refiero a formar parte de esa mínima tribu al margen de la cultura occidental. No necesitar más que una cabaña, una tabla, un neopreno, comer de lo que pesque o de lo que cultive (por ejemplo en la parte delantera de mi cabaña, con vistas al mar, donde dará la sombra por las mañanas). Tendría alguna gallina, un perro y un gato. Y no necesitar nada más. Sin tele, sin luz, sin gas, sin móvil, sin wifi. Sin coche, sin restaurantes, sin ropa. Sin seguro médico, sin universidad, sin contrato de trabajo ni recibos de nómina. Bueno, si no es mucho pedir, igual sí que me gustaría una guitarra y una máquina de escribir.

Hablaría con los turistas en verano, y posiblemente trataría de poder comprar mi guitarra y mi máquina de escribir vendiéndoles chorradas de esas que les encantan. Me asombraría al verlos tan llenos de cosas, tan preocupados por las mismas, con unos cuerpos tan estropeados y enfermos por su falta de uso, o con bellezas de artificio. Quizás, en el próximo salto evolutivo el ser humano deje de tener piernas. Su anatomía estará formada por un gran culo, una gran cabeza, unos largos dedos que salen directamente de los hombros, o de unos pequeños brazos en atrofia. Quizás. De ser así, yo me reencarnaré antes de que ocurra, porque en mi próxima vida quiero usar a diario todas estas extremidades de las que dispongo.

Estaré a diario en contacto con tierra, sol, mar y aire. Y no necesitaré mucho más. No mucho más que esa cabaña para los días de lluvia y frío, algo para comer tres veces al día, la tabla para los vuelos, y venga, sí, la guitarra y la máquina de escribir. Es importante nacer en el margen de esta gran cárcel (o sistema), aunque unos pocos sí consiguen fugarse. Yo no. Pero si a la próxima no nazco dentro sabré escapar. Definitivamente lo he decidido.

Te lo digo por si a la próxima me andas buscando. Estate atento porque no sé cuál será mi sexo, ni mi altura, ni mi aspecto. Búscame sana, búscame fuerte, búscame libre, búscame salvaje, búscame sin nada, búscame en la orilla.

9 comentarios sobre “Camino a la oficina

  1. Hace más de cinco minutos que intento decirte algo, le doy al cursor, tecleo y borro, vuelvo atrás. Es una máquina de escribir vieja, de las antiguas, como mi tabla de surf. En esta cabaña todo es viejo. Menos la guitarra. Un fuerte abrazo, Patricia.

    1. A mi eso me pasa mucho, en la mayor parte de los casos omito el comentario. Como el otro día, en el que te iba a decir que me iba a apuntar en mi cuaderno la palabra probidad, y que al leer esa palabra tan bien empleada me dieron cosquilleos de contento. Y que la idea de los replicantes me encantó, y me hizo pensar en una App que usan ahora los jóvenes para ser anónimos, y también en el hombre duplicado de Saramago y… bueno, que me daba para una carta más que para una comentario. Soy mala comentando. Pero lo importante ahora es haber leído el testimonio de un fugado. Cuando sé de alguien que lo logra me pongo loca de contenta. Desde aquí mi admiración. Por todo.

  2. Un poco como «Walden. Life in the Woods». Pat. Life is Surf.

    «Durante el primer verano no leí libros; planté judías. No, a menudo hice algo mejor. Había momentos en los que no podía permitirme sacrificar el esplendor del momento presente por trabajo alguno, de la cabeza o las manos. Quiero un amplio margen en mi vida. A veces, en una mañana de verano, tras mi baño de costumbre en la laguna, me sentaba en el umbral soleado desde el amanecer hasta el mediodía, absorto en una ensoñación, entre los pinos, nogales y zumaques, en imperturbada soledad y tranquilidad, mientras los pájaros cantaban alrededor o revoloteaban silenciosos por la casa, hasta que, por la puesta de sol en mi ventana occidental o por el sonido del carro de algún viajero en la lejana carretera, me acordaba del paso del tiempo».

    «Al menos aprendí con mi experimento que si avanzáramos confiadamente en la dirección de nuestros sueños y nos esforzáramos por vivir la vida que habíamos imaginado, nos encontraríamos con un éxito inesperado (…) Dejaríamos cosas detrás, traspasaríamos un límite invisible (…) Conforme simplificáramos nuestra vida, las leyes del universo parecerían menos complejas (…) Si habéis construido castillos en el aire, vuestra obra no tiene por qué perderse: están donde deben de estar. Ahora hay que poner los cimientos debajo».

    Perdón por las citas tan extensas. Pero no he podido remediarlo.
    Un robinsónico saludo.

    1. No he leído Walden. Pero esas citas, en especial la segunda de ellas, me ha resultado maravillosa. Así que muchas gracias por regalármelas, y ojalá continúes sin ponerle remedio a la extensión. Un abrazo

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