a diez metros del suelo

hace tanto tiempo que me cuesta empezar. de hecho, antes de sentarme aquí delante me he preparado un café, he descargado el último reconocimiento médico. sólo me paso en cinco puntos el límite del colesterol, así que a pesar del asterisco lo doy por bueno. no obstante, en el informe se han empeñado en el rigor, en el asterisco y en enviarme todo un tratado acerca de la dislipidemia. también he preparado café, he mirado el teléfono por si tenía algo que contestar. después me han llamado. era mi padre. se me ha olvidado el café. y después me he acordado, y lo he puesto en una taza, y he visto que casi no hay zumo, y he pensado en bajar. y también en doblar la ropa que lleva ya cuatro días tendida, que ya no está tendida sino abandonada. o en mudar las sábanas. excusas y más excusas para no hacer lo que tengo que hacer, y después sentirme atrapada por las obligaciones. así que aquí estoy. y me está costando. y he tenido que ponerme música.  me ayuda a la introspección. viajar también. ya sabes que me quedo muda, que soy el copiloto más aburrido del mundo. sólo escucho música, y miro, y escojo los discos, casi siempre los mismos porque tengo una forma obsesiva de escuchar. y poco a poco se me van yendo de la cabeza las cosas que me sujetan al suelo, todas esas cosas que te hacen estar pegado al suelo. y por eso me callo, porque de pronto empiezan a pasar cosas. empiezo a darme cuenta de cosas que sólo suceden así, que sólo siento así. como las montañas de ayer. miro las líneas discontinuas de la carretera y se mueven despacio. y miro a mi derecha el quitamiedos, y los matorrales, y los filmo y van a cámara rápida. pero miro las montañas y están quietas. tú dices que parecen un espejismo. en realidad dices que parecen irreales, como si las hubieran puesto ahí, pero fueran de cartón piedra, como si no fueran de verdad. entonces vuelvo y te pregunto ¿como si fueran un espejismo? y tú me dices sí. y ya que estoy aquí aprovecho para hacer unos cigarros.. las montañas están a mi derecha en el viaje de ida. a la vuelta se habrán ido. y sigo mirando. montañas, matorrales, paneles solares, fábricas, naves, ruinas, nada, todo. son solo cosas, pero todas me hacen sentir. a diez metros del suelo lo siento todo. soy. y tú lo sabes, porque me miras y me ves. no es nada que yo te haya contado, nada porque soy muda y el copiloto más aburrido del mundo, y a pesar de eso me ves.

me he estado quejando mucho últimamente de la cárcel del suelo. he llorado rejas e hipoxia. ¿te acuerdas cuando sólo había que ir a la calle urraca para estar a diez metros del suelo?

a la vuelta sigo muda, a diez metros del suelo, pasándome cosas. vuelvo a mirar el quitamiedos, y los matorrales, y la forma de las nubes. cuando estoy así pienso mucho. recuerdo mucho, se va mezclando todo. pero sobre todo siento. soy. la música ayuda. es otra de las cosas que estuve pensando. si en la radio lleváramos puestas las noticias posiblemente habría estado más dicharachera, y te habría regalado una disertación acerca del resultado de las elecciones en grecia, cuando en realidad, ayer, en el asiento derecho de tu coche, grecia no me importaba nada. hasta qué punto puedo hablar y hablo a lo largo del día de muchas cosas que en realidad no me importan nada, escuchar cosas que no me importan nada, y hacer cosas que no me importan nada. a la vuelta, en ese asiento derecho, me importaba ser consciente de los efectos antigravitatorios de la música. la música y el viaje. y no me refiero  al viaje que se cuenta en kilómetros, sino al que se cuenta en metros, al de los diez perpendiculares al suelo. y que si hay cosas que desconectan de uno mismo,  también las hay con el efecto contrario. claro. y estuve pensando en eso, y que tengo que fijarme más, y conocer aquello que me ayuda a llegar aquí. la soledad, el silencio, la música, mirar por la ventana en el coche, y qué más?  pienso y miro por la ventana. y me fijo en que las montañas están a mi derecha en el viaje de vuelta.

he estado pensando en eso. y en la ingenuidad de asociar la libertad a un lugar físico. la libertad es un estado de conciencia. en mí los diez metros del suelo. en mí ese estado íntimo de ser y de sentir. hoy aún me quedaba un poco. esta mañana en la reunión, mientras hablaban y hablaban de las prioridades para la semana, de lo que hay que hacer, que memorias, cuadre de analítica , comisiones delegadas…. y yo de pronto me sorprendí levantándome de la mesa, dejando de escuchar, mirando fijamente mi brazo, mis piernas, lo bonita que era la luz que las iluminaba. qué bonita la luz. y pensé en hacer una foto y mandártela. pero no tenía el móvil. después he tenido que volver a la silla, y seguir el resto del día con el cemento atado al tobillo, bien pegada al suelo. hasta ahora, aunque me ha costado. te juro que he estado a punto de irme a comprar zumo, a rellenar la nevera, a doblar la ropa que parece tendida pero está abandonada. pero he abierto la hoja en blanco. y he puesto música. y he vuelto. he vuelto para contártelo. que sólo cuando yo soy yo y tú eres tú nos vemos. y somos. y ni tú ni yo somos en lo práctico ni en lo útil, ni en oficinas, ni en las logísticas físico cuánticas. nosotros somos a diez metros del suelo. allí donde se siente. y desde allí lo demás.