Una existencia interesante

Elena es una compañera que lleva pocos meses trabajando en la oficina. Lo primero que se ve de ella es su silla de ruedas, y sus piernas diminutas. Pero pronto deja uno de ver la silla. Su carácter fuerte, su falta de diplomacia, su tendencia a simplificar cualquier cuestión a un blanco o un negro, sus generalizaciones imprudentes, ese tono que no admite réplicas, su no callarse ni debajo del agua, y su falta de pelos en la lengua, rápidamente le hicieron ganarse la antipatía de sus compañeras de departamento. De modo, que a las pocas semanas de entrar, Elena ya comía sola. Cualquiera en la cocina puede elegir sentarse junto a alguien, pero ella no, ella sólo se pude sentar en un sitio adaptado, y depende de que otros se quieran sentar a su lado.

Sin embargo el estar sola no es algo que pareciera afectarle lo más mínimo. No obstante, mi amiga Eva se empeñaba de vez en cuando en que nos sentáramos con ella. Es una de esas cosas suyas que me hacen resoplar y sentirme orgullosa de ella al mismo tiempo. Lo que comenzaron siendo unas comidas algo forzadas terminaron convirtiéndose en unos ratos buscados y divertidos. No puedo evitar estallar de risa con sus anécdotas y su falta de tacto.

Esta mañana leía en una columna de Lucía Etxebarría en ADN lo siguiente “… El aburrimiento es la enfermedad de las personas afortunadas; los desgraciados no se aburren, tienen mucho que hacer. En realidad lo que hace interesante la existencia son esas grandes limitaciones vulgares que nos obligan a todos a enfrentarnos a las cosas que no nos gustan”. Y no he podido evitar pensar en Elena por dos motivos.

El primero, es que ella tiene grandes limitaciones, y desde luego yo jamás las calificaría de vulgares. Es minusválida, y vive con sus padres. Su madre tiene Alzheimer y su padre cáncer de pulmón. Y ella se ocupa de ambos. Es un jodido más difícil todavía.

Y el segundo, es que jamás podría calificar a Elena como un ser desgraciado. Es imposible verla como una víctima, pues nunca se ha puesto ese cartel. No se queja, no resopla, no se lamenta. Vive y mira hacia delante con una fuerza y una naturalidad sobrenaturales. Y no es que viva resignada. Es que es capaz de ser feliz a pesar de lo complicado que debe ser su día a día.

Desde luego, si el enfrentarse a las limitaciones es lo que hace interesante la existencia, la de Elena debe ser una de las más interesantes que conozco.

Y yo, sinceramente, puñeteras ganas tengo de tener a ese precio una existencia interesante, pero no lo puedo evitar. El coraje es una actitud que me despierta tanta admiración como el victimismo desprecio.

Y yo miro a Elena, y no veo una silla de ruedas, ni veo un carácter complicado, ni su falta de diplomacia, ni sentencias lapidarias faltas de prudencia. Lo veo, pero lo cierto es que me hacen reír. Lo que veo sobre todo es una tía con dos cojones, que va derrochando fuerza por donde pasa su silla.

3 comentarios sobre “Una existencia interesante

  1. Estoy con Txispas. Toda una lección de vida.
    Yo cuando me entrá alguna tontería mental miro a mi alrededor, y siempre acabo tropezándome con alguna Elena que me hace ver lo que es un problema de verdad.

  2. Hola Pat, con tu reflexión he recordado un viaje de regreso desde Amsterdam, en autocar y junto a un inválido que revolucionó el trayecto. Aquel hombre utilizaba su situación como un cuchillo de carnicero y te puedo asegurar que la experiencia resultó de lo más dicharachera. Al llegar a la frontera, el hombre abandonó el autocar custodiado por la guardia civil. Inolvidable.
    Un beso.

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