Corazón y cabeza

Ayer, buscando un ensayo interesante para mis hipotéticos alumnos, cogí Ideas y creencias de Ortega y Gasset. Y encontré  «Estudios sobre el corazón» subrayado por mí, trece años atrás. Había marcado lo siguiente:

1. Corazón y cabeza

«La cultura ha progresado, se dice. Falso, falso. Eso no es la cultura, es sólo una dimensión de la cultura, es la cultura intelectual. Y mientras se progresaba tanto en ésta, mientras se acumulaban ciencias, noticias, saberes sobre el mundo y se pulía la técnica con que dominamos la materia, se desatendía por completo el cultivo de otras zonas del ser humano que no son intelecto, cabeza: sobretodo, se dejaba a la deriva el corazón. (…)

(…) En el Renacimiento, dominaba plenamente el intelectualismo: todo lo bueno se esperaba de la cabeza. Hoy, en cambio, comenzamos a entrever que esto no es verdad, que en un sentido muy concreto y rigoroso la raíces de la cabeza están en el corazón. (…)

(…) Todo lo que haya en nosotros que no sea conocimiento supone a este y le es posterior. Los sentimientos, los amores y los odios, el querer o no querer suponen el previo conocimiento del objeto. ¿Cómo amar lo ignoto? ¿Cómo desearlo?(…)

(…) Pues bien, yo me pregunto: ¿Amamos lo que amamos porque lo hemos visto antes o en algún serio sentido cabe decir que vemos lo que vemos porque antes de verlo lo amábamos ya? (…)

(…) Para ver, en suma, es preciso fijarse. Pero fijarse es precisamente buscar el objeto de antemano y es como un preverlo antes de verlo. (…) La atención no es otra cosa que una preferencia anticipada. (…)

(…) No somos, pues, en última instancia conocimiento, puesto que éste depende de un sistema de preferencias que más profundo y anterior existe en nosotros. Una parte de ese sistema de preferencias nos es común a todos los hombres, y gracias a ello reconocemos la comunidad de nuestra especie, y en alguna medida conseguimos entendernos; pero sobre esa base común cada raza y cada época y cada individuo ponen su modulación particular del preferir, y esto es lo que nos separa, nos diferencia y nos individualiza, lo que hace que sea imposible comunicar enteramente con otro. (…) Las almas, como astros mudos, ruedan las unas sobre las otras, pero siempre las unas fuera de las otras condenaddas a perpetua soledad radical.  Al menos, poco puede estimarse a la persona que no ha descendido alguna vez a ese fondo último de sí misma, donde se encuentra irremediablemente sola.»


Y me emocionó sentirme tan identificada conmigo misma.

Ya tengo texto para la clase.

Caminando sin el hemisferio derecho

El hemisferio izquierdo se especializa en el lenguaje articulado, control motor del aparato fono articulador, manejo de información lógica, pensamiento proporcional, procesamiento de información en series de uno en uno, manejo de información matemática, memoria verbal, aspectos lógicos gramaticales del lenguaje, organización de la sintaxis, discriminación fonética, atención focalizada, control del tiempo, planificación, ejecución y toma de decisiones y memoria a largo plazo. Los test de inteligencia miden sobre todo la actividad de este hemisferio.

El hemisferio derecho es un hemisferio integrador, centro de las facultades viso-espaciales no verbales, especializado en sensaciones, sentimientos, prosodia y habilidades especiales; como visuales y sonoras no del lenguaje como las artísticas y musicales. Concibe las situaciones y las estrategias del pensamiento de una forma total.

Fuente: Wikipedia

Es curioso cómo desde pequeños se nos estimula para desarrollar las habilidades de las que se encarga nuestro hemisferio izquierdo. En el cole las asignaturas importantes son mates y lengua, y las marías educación artística y música.  La creatividad ni se fomenta ni se valora, las sensaciones no se tienen en cuenta, y  nadie enseña nada acerca de  sentimientos y emociones. Y así, desde pequeños, se nos va enseñando lo que nuestra cultura considera importante y lo que no lo es.

Hoy, hablando con mi amiga raquel, en un momento dado me ha dicho algo así como que las notas del cole son la forma de valorar el trabajo de los niños, así como el dinero es la forma de valorar nuestro trabajo cuando somos adultos.

¿Y qué tipo de trabajos son los que se valoran? -que traducido al contexto del día a día-  ¿con qué profesiones se gana mucho dinero?

Se pueden hacer muchas listas en la cabeza, pero las conclusiones vienen a ser las siguientes: la sociedad valora aquellas profesiones que son capaces de generar dinero. Un broker, un abogado, un ingeniero, un comercial,  un investigador… todos ellos cobrarán en función de su capacidad para generar beneficios económicos. Eso es lo que se valora.

¿Y qué trabajos se pagan peor? ¿Qué trabajos están mal valorados? ¿Qué pensarías si tu hijo te dijera que quiere ser puericultor? ¿O asistente en un geriátrico? ¿O psicólogo clínico? ¿O enfermero? ¿O trabajador social? ¿O maestro? ¿O peor incluso, músico?

«Hijo, te vas a morir de hambre….»

Otro de los grandes argumentos que se esgrimen es la cantidad de inteligencia que hace falta para adquirir una determinada cualificación.  Es que una ingeniería es muy difícil. Ciencias exactas son muy difíciles.  Luego si consigues estudiar algo así, ya no sólo eres merecedor del reconocimiento por tu posible capacidad para generar ingresos, sino también por tu capacidad intelectual, sobradamente demostrada  habiendo sido capaz de estudiar determinadas carreras universitarias. Pero me pregunto si no es también muy difícil quizás, trabajar día y noche con un niños que sufren parálisis cerebral, y hace falta darles la comida, limpiarles las babas, cantarles, darles la mano, estimularlos, abrazarlos, acariciarlos. No hace falta probablemente tener unos grandes conocimientos técnicos, pero sí  una gran  sensibilidad hacia el ser humano. Esa sensibilidad no tiene reconocimiento social, ni valoración económica.

Recuerdo el día en que me operaron de miopía. No era una operación complicada, pero lo cierto es que llegado el momento estaba nerviosa. Una enfermera me estuvo acompañando, y me habló de sus hijos y de otras muchas cosas. ¿Estás nerviosa? -me preguntó ella. No -mentí yo. Después me explicó lo que iba a ocurrir. Tú sobretodo no te muevas cuando te lo indique el doctor. ¿Y si me muevo sin querer? No te vas a mover, no te preocupes. Entonces me pasaron a quirófano, me pusieron unas gotas, se me tensaron todos los músculos de mi cuerpo, me pusieron el láser sobre los ojos, y escuché una voz, que debía ser la del médico e indicaba la llegada del momento crítico «no se mueva». Entonces alguien me cogió la mano y  la estrechó, como habría hecho mi madre, y yo la tenía helada, y ella caliente. Y lo cierto es que si bien quedé muy agradecida al médico que me intervino y que me dejó tan bien, sin mis gafas, y sin mi miopía… lo que más recuerdo de ese día fue la mano de aquella enfermera que estrechó la mía para calmarme y acompañarme. Se trataba de algo sencillo, de algo que no se estudia, de algo que se lleva dentro y que probablemente sea lo que te empuja a escoger una profesión en la que prima el saber tratar a las personas como personas, el saber comprender, el cariño o la empatía.

«Hijo, te vas a morir de hambre…» pero hijo, adelante, y salva al mundo de su desequilibrio entre hemisferios, mata las marías, pon más lógica en la humanidad, y sobre todo más humanidad en la lógica, llénate de dignidad dignificando, y pon un poco de tu sensibilidad en la deformada escala de valores que nos mueve y nos condena a ser más productivos y menos hombres.