He soñado con Maleni. Primero venía sola, pero poco después llegaba Emilio. Ella hacía algún comentario acerca de su aspecto -un comentario fúnebre- sin que él se diera cuenta. A mí, sin embargo, me pareció que estaba muy bien. Desde luego no parecía que estuviera muerto. Nos encontrábamos en un lugar que me resulta irreconocible, sentados alrededor de una mesa muy larga, de madera. Tal como lo recuerdo ahora, diría que podría ser un castillo. Maleni contó en el sueño una anécdota sobre ellos, de una vez que Emilio había estado pintándole pulseras en su propio brazo. De todo tipo de pulseras. Una maravilla. Con todos los detalles. Ahora me surge la duda de si borraría una para después pintar la siguiente, o bien si las pintaría una junto a otra hasta ocupar la superficie del brazo. También me pregunto qué pinturas utilizaría. Pero esto lo pienso ahora, cuando transcribo el sueño una vez despierta, y empiezo a ser consciente de que es absurdo entender lo soñado con la misma lógica de la vigilia. Lo bonito era que me resultaba en el sueño absolutamente verosímil imaginarlos juntos, jugando a pintar pulseras.
Después de haber pintado las pulseras, Maleni contó que Emilio dijo que ya estaba bien de juegos infantiles, y entonces había sacado una pulsera de verdad y se la había regalado. También era una maravilla. Sin embargo a mí me pareció lo más irreal del relato, aunque Emilio, que yo sepa, nunca hubiera pintado.También fue un poco raro que Emilio apenas abriera la boca. Porque Emilio hablaba mucho. Tenía siempre una historia que contar. Una en cada foto, en cada libro. Y además utilizaba palabras bonitas. De esas que apenas se usan y casi se han olvidado, hasta que llega gente como Emilio y las pronuncia, y causan sorpresa, y disfrute, porque de verdad que son bonitas. Y precisas.
La historia, aunque fuera fruto de una invención onírica y probablemente no sucediera nunca, estaba contada por ella con la misma contundencia, entusiasmo, admiración y respeto hacia Emilio como todas las que le he oído contar de ellos despierta, cuando aún estaba Emilio. Porque ahora casi no cuenta ninguna. Supongo que aún no puede.
Supongo que he soñado con ella porque la vi el domingo. Me resulta inconcebible la ausencia de Emilio. El domingo Maleni llegó sola, y yo sabía que llegaría sola, porque sé que Emilio no está, y sin embargo me resulta inconcebible que no esté. Puedo asumir que Maleni el domingo llegaría sola, pero me parece inconcebible que ya, siempre, vaya a llegar sola. Sé que va a ser así, pero no siento que vaya a ser así.
Las ausencias para siempre son inconcebibles, porque aunque racionalmente se sabe que la persona que se ha ido ya no está y no va a estar, lo que se siente es su permanencia. Muy a pesar del no ser. A lo mejor por eso he soñado con ellos, para traer a Emilio donde aún sigue estando. Para que ella pueda volver a hablar de ellos. Para poder preguntarle.
Qué bien has explicado nuestra extrañeza ante las ausencias para siempre, ¿cómo no van estar si siguen estando en nosotros?