No te vayas

Sabes, cuando la gente me conoce siente curiosidad por saber todo aquello que yo trato de olvidar. Algunas veces olvidar es sencillo. Cuando es rutina, cuando es monótono, cuando es lo de siempre. Se graban a fuego los momentos que de una forma o de otra se alejan de lo ordinario. Y puesto que, haga lo que haga, esos momentos no se van a olvidar, te voy a contar hoy uno de ellos.

Ya te dije que mis clientes habituales se movían dentro del mundo artístico, pero aquella noche, cuando acudí a la cita, mi acompañante vestía de uniforme. Era marine. Por esta ciudad, aún sin tener grandes conocimientos militares, son inconfundibles. Lucía algún que otro galón, el grado sí se me escapa. Me sorprendió su juventud.

Fuimos directamente al hotel, y en la recepción me registró como su esposa. No quise preguntarle si la había realmente, ése es un tema que no me producía, ya a esas alturas, ninguna curiosidad. Ese chico tan joven, tan educado, tan… normal, seguramente habría estado destinado en lugares lejanos, en esos donde asfixian el calor y las lluvias torrenciales, posiblemente habría vivido situaciones extremas, quizás incluso podría haber… matado… la muerte del hombre a manos del hombre, eso sí me parecía distinto a mi mundo, esa brutalidad tabú, ese cómo sería… La pregunta me quemaba en la boca… ¿Habría matado a alguien?

– ¿Has matado a alguien?

No puedo recordar muy bien el hilo del discurso que obtuve como respuesta. Pronunció varias veces la palabra patria, la palabra libertad, la palabra honor… Pero por el tono y la brusquedad con que de pronto tomó distancia, entendí que sus palabras no eran un credo, sino un escudo. Y supe que la respuesta a mi pregunta era sí.

Sin embargo no he olvidado nunca la profundidad de su mirada. Porque mientras escuchaba todo aquello no pude evitar clavar mis ojos en los suyos, buscando el reflejo de aquellos hombres llamados enemigos muertos a sus manos, pero por más que busqué sólo encontré el mío… Aún me pregunto cómo mira una persona justo antes de morir. Y me pregunto dónde queda el reflejo de esa mirada en quien la mata.

Él pareció entender lo que yo pensaba y cambió de tema. Me habló de las largas travesías, de otros mundos, de paisajes exóticos, de junglas, de un calor tórrido, de que partiría de nuevo al día siguiente. Me hablaba con cariño, con condescendencia, con intención de causarme admiración, esperando que mis cejas se arquearan y mi boca se abriera cuando no necesitaba impresionarme para dar el siguiente paso: había pagado. No me interesaban lo más mínimo sus aventuras. No abrí la boca, no arqueé mis cejas. No hice siquiera el esfuerzo. Porque en realidad yo sentía curiosidad por conocer lo que él quería olvidar.

¿Tienes miedo?, le pregunté. ¿De morir?, me contestó. De vivir, respondí.

Entonces me abrazó y me besó, urgente, bañado en lágrimas. Y me penetró con desconsuelo. Como si yo fuera su patria. Y lo recibí  como si fuera su patria, diciéndole no te vayas, no te vayas a morir por mí, no te vayas a matar por mí.

Y fue mágico, porque creo que, durante esos instantes, encontramos la paz.

La magia desapareció con la luz del día, y salí pronto de la habitación para ir tras ella. Para no despertar como esposa siendo puta. Él embarcó a la mañana siguiente a cumplir con su deber. No tuvo que vivir con miedo. No volvió.

(Forma parte de las B-sides de Los cuentos de la Taberna del Escocés. Escrito a raíz de Aileen.)

11 comentarios sobre “No te vayas

  1. por fin puedo comentar de nuevo. maravilloso, evocador, intangible pero que transmite mucho. una forma muy sofisticada de contar las cosas difíciles de explicar.
    mi cuñada Iman es fan tuya desde que vio mi recomendación en facebook. espero que te sigan más y más personas. besos

  2. qué-buen-re-la-to !!! Un personaje de Hemingway visto con sensibilidad, con inteligencia. Me voló la cabeza esta línea «Para no despertar como esposa siendo puta» y me hizo pensar en las patrias de turno y las patrias que nos esperan en casa, Y le sigo dando vueltas.

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