Mientras esperaba el autobús me entretuve hablando con la abuela de Jorge. LLegó dejándonos con la conversación a medias y la apuramos mientras bajaban los niños.
De camino a casa Pablo me preguntó
-¿qué le estabas diciendo a la abuela de Jorge?
-Es que Jorge quiere venir a casa el jueves, y el jueves nace su hermana, y supongo que a sus padres les hará ilusión que vaya al hospital a conocerla, pero Jorge estaba empeñado en venir. Y yo le decía a su madre que ya se le pasaría. Ahora puede que le de pereza lo de la hermana, pero seguro que después le hará más ilusión.
-No me refiero a eso. ¿Qué le estabas contando antes?
-Ah, antes… -este niño tiene un radar cuando se habla de él, y más si se habla de él y de su hermano- … Bueno, pues la abuela de Jorge me comentaba que Jorge es poco cariñoso y que suponía que la querría, pero que como no se lo demostraba no estaba segura. Y yo le dije que seguro que sí. Y le hablé de vosotros. Que tú eres también muy reservado, sólo das besos si te lo recuerdo y jamás me dices que me quieres. Pero es tu forma de ser. Yo sé muy bien que me quieres. Sin embargo Miguel…
-Miguel… no para! -y se ríe.
-Eso es. Los dos sois diferentes, cada uno es como es, y cada uno expresa sus sentimientos de una forma diferente. Pero me queréis los dos. Cada uno a su manera. Y yo también os quiero a los dos, a cada uno como es.
Lo llevé a sus clases de batería.
Cuando dos horas más tarde volví a buscarlo, se abalanzó sobre mí (dentro de la escuela y delante de todo el mundo!!!!!!!) y me dio un abrazo fuerte y un beso. Tras una primera reacción de extrañeza ante tan insólito arranque, entendí que sin pronunciar palabra y a su manera, me estaba diciendo profundamente, te quiero, y quiero que lo sepas. «¿Lo has pasado buen en clase?» Pero lo que yo le decía, también sin pronunciarlo, era lo sabía y lo sé, pero gracias. Yo también a tí. Y él lo entendió. «Sí»